miércoles, 25 de abril de 2012

Chavela Vargas y su perrita, Lola

Dolores (Lola) es la perra de Chavela Vargas. Es de raza xoloitzcuintle (una raza azteca prehispánica). La famosa cantante mexicana tenía un problema con la bebida, y nadie fue capaz de ayudarle durante mucho tiempo. Nadie, excepto Lola.

Un día, Chavela vio como su perra escondía una botella de alcohol bajo un sofá. La empujaba con las patas y con el morro. A parir de ese día Chavela Vargas ya no volvió a beber. Creyó que Lola estaba "poseída" por el espíritu de su madre, y de alguna manera lo interpretó como una señal.

Da igual la interpretación que cada uno le dé a esta situación. La cuestión es que su perrita, fuera como fuese, hizo un favor enorme a la cantante. Le ayudó sin pedir nada a cambio. De hecho, es posible que llevara haciéndolo toda su vida, y es prácticamente seguro que lo seguirá haciendo hasta que una de las dos se vaya...

No es de extrañar, pues, que Chavela Vargas dedique palabras como estas a su perrita:
- "Uno no tiene un perro, los perros lo tienen a uno; ellos marcan las horas, lo que hay que hacer."
- "Yo, que nunca quise tener ni hijos ni ahijados, tengo perro... –se queja–... Chavela Vargas, que nunca se doblegó ante nada, al final se doblega ante un perro."

Para acabar, el fragmento final de una entrevista a Chavela:
El sol ya se oculta tras el cerro. Ella (Chavela) se distrae con la perra. La busca por la casa, la llama: "Ven, chiquita mía, Lola, Lolita, ven". Estira sus brazos, la perra viene y se pega a Chavela. Ella la alza, la acaricia, la besa y al oído le susurra una canción...

martes, 10 de abril de 2012

Paula y el amable señor de los perros

Mi nombre es Paula y tengo 7 años. Hace unas semanas vino un señor a casa a ver a Max, nuestro perrito.

Mis padres estaban preocupados por el comportamiento de Max. Tengo un hermano pequeño que ahora empieza a caminar, y mis padres querían protegerlo del gigantón de Max. En verdad, todo lo que tiene de grande, lo tiene de bueno. Max es un perro alegre y divertido, y nunca haría daño a nadie. Yo le conozco bien, somos buenos amigos.

Todo empezó un día que a Max no le apetecía jugar. Teníamos visita en casa. Era el cumple de Ander, mi hermano. Primer cumpleaños y, claro, toda la familia quería estar con él. A Max no le entusiasman las visitas. Le encanta jugar y que le acaricien, pero no le gustan las multitudes. Cuando mi tía cogió a Ander en brazos, Max saltó sobre ella haciéndole perder el equilibrio. Casi se caen. Se hubieran hecho mucho daño si no hubiera estado mi padre detrás para cogerles. El incidente hizo sonreír a Ander, pero hizo enfadar muchísimo a la familia. Mi padre cogió a Max por el collar y se lo llevó a rastras para encerrarlo en una habitación. Nunca había visto a mi padre tan enfadado con Max. Mi madre estaba asustada y mi tía, prácticamente llorando del susto y sentada en un sillón para coger aire, mostraba sus brazos arañados por las patas gigantes de Max.

Después de este incidente, mis papás llamaron a un señor. Vino a los dos o tres dias de haberle llamado. Era un señor serio y corpulento. Bastante más alto que mi papá. Tras una breve charla en el salón, el señor me miró y me dijo: “es hora de que los mayores trabajen”. No le entendí, pero para eso estaba mi madre, que educadamente me dijo que me marchara a jugar fuera. Salí al patio y me quedé mirando por la ventana del salón. Pude ver como el señor hablaba de pie y enseñaba algo que tenia entre las manos. Era algo metálico. Mi papá asentía con la cabeza y mi mamá ponía cara de susto.

Al poco rato, el señor hizo que trajeran a Max. Lo trajo mi padre sin apenas llamarle. Sólo abrió la puerta y Max entró. Como nos conocemos bien, yo sabía que Max estaba al otro lado de la casa en la misma situación que yo: espiando a los adultos. Max entró sonriendo a todo el mundo, pero en seguida se le borró la sonrisa. En cuanto se acercó al señor, éste le agarró fuerte del collar y le puso otro. Era lo que les estaba enseñando a mis papás. Ahora una cadena metálica colgaba alrededor del cuello de Max, junto al collar que le compramos y que decoré yo. Tras ajustar el nuevo collar, el señor se deshizo del otro, ¡del mío! Se lo entregó a mi mamá, que lo guardó en su mano.

Una vez colocado el collar metálico, le ató una correa con un muelle y empezó a hacer una serie de movimientos con la mano, mostrándole a mi padre cómo utilizar esos hierros. Mi papá no parecía estar muy convencido, y mi mamá todavía menos. Yo estaba nerviosísima y quería entrar en casa. Pero justo antes de abrir la puerta, al retirarme de la ventana, escuché un grito ahogado de Max. No tuve fuerzas para abrir la puerta. Ni siquiera tuve fuerzas para volver a mirar por la ventana. Me fui corriendo con los ojos llenos de lágrimas por la rábia y por el dolor.

Cuando esa tarde volví a casa, el coche del señor corpulento ya no estaba. En su lugar estaba el coche de Jorge, un amigo de mi papá que además es veterinario. Cuando entré, pude ver a Max rodeado de personas. Mi padre, mi madre, Jorge y el vecino de al lado estaban acariciando a Max y mirándole con una sonrisa de culpabilidad en la cara. Jorge le dio una palmadita en el lomo a Max que le devolvió la caricia con una de sus famosas envestidas amorosas con la cabeza. Al despedirse de mi papá, Jorge le dio una tarjeta. Al cabo de unos días, vino otro señor. Max no le recibió con la alegría que antes era habitual en él. Tenía miedo y ladraba. Pero lejos de lo que me temía, este señor se agachó y se quedó así varios segundos. Al verme en la puerta, me invitó a pasar y me dijo en voz muy suave: “he venido a hablar con Max, no te asustes, no le haré daño”. Su voz y sus gestos eran amables, y cuando fue a ver a Max, mi tranquilidad fue absoluta. En ningún momento se acercó a él mientras el gigantón de Max le ladraba. Parecía no importarle que un perro de 60kgs quisiera comérselo.

Tras la visita de este último señor, Max volvió a ser el de siempre. Volvió a convertirse en ese perro alegre, juguetón y confiado. Nunca hizo daño a nadie y mucho menos a Ander. El pequeño de la casa pasó a ser el compañero de juegos de Max. Todo era cuestión de idiomas. Nosotros aprendimos, gracias al amable señor de los perros, que hay idiomas más importantes que el castellano, el catalán o el inglés. El señor nos enseñó a “hablar perro” y gracias a eso disfrutamos de una larga y placentera convivencia con Max.

[…]

Han pasado ya más de 20 años. Hoy, gracias al "señor amable", dedico mi vida a ayudar a perros como Max. Soy voluntaria en una protectora y me he formado para ser educadora canina. He estudiado veterinaria y sigo igual de fascinada con los animales como cuando tenía 7 años. El sueño de hablar con los perros, de alguna manera, se hizo realidad. Y hoy soy yo la que va a las casas de la gente a explicar cómo y porqué debemos tratar a nuestros animales.
Max nos acompañó hasta los 14 años. Murió feliz y nos dejó muy tristes, pero nos enseñó muchas cosas. De hecho, sigue enseñándonos a día de hoy. Por ejemplo, hace poco aprendí que lo que Max le hizo a mi tía, muy posiblemente, fue por proteger a Ander de lo que él consideraba peligroso o amenazante. Igual que en aquel desafortunado incidente, a diario visito domicilios en los que no se escucha a los perros. Creo que cualquier problema se puede solucionar hablando, y gracias a aquél señor, he podido hablar con perros que, de otra manera, hubieran acabado en una protectora. Lo sé porque allí, en la protectora donde trabajo, todos los perros me lo dicen...


Este relato se lo dedico a tod@s aquell@s que colaborais con protectoras. Hay muchos, muchísimos casos como el de Max que, desgraciadamente, no tienen el mismo final. Y sé que hay mucha gente, cada día más, que además de ayudar a los perros que están en las protectoras, ayudan a difundir el mensaje del respeto, la amabilidad y la empatía. Gente que hace lo posible y lo imposible por lograr una buena convivencia entre perros y personas, y así evitar que los perros acaben abandonados a su suerte en una carretera o acaben en alguna jaula viendo pasar los días entre bgarrotes.
Gracias de verdad, de corazón, por vuestro impagable trabajo chic@s!!!!