lunes, 25 de febrero de 2013

she's Crazy


No sabía lo que me esperaba cuando Javier me dijo: "¿te llevas a Crazy?" y yo le contesté: "sí, ¡por supuesto!"

Antes de que Javier (Javi) me preguntara eso, yo ya estaba convencido de que quería salir con Crazy. Su historia, como la de la mayoría de los que estaban allí mirándome, es muy dura. Pero Crazy lleva mucho tiempo allí. Demasiado. Crazy es una perrita mestiza, cruce de varios perros y con pinta de boxer. Su tamaño no es excesivamente grande, pero es muy fuerte.

El tono de la pregunta de Javi estaba entre la sorpresa y la alegría. Quizá también un poco de humor irónico. Javi conoce a Crazy, y sabía lo que me decía.

Yo hice caso omiso al tono de la pregunta (quizá porque estaba convencido de lo que quería hacer) y en cuestión de segundos Javi ya estaba abriendo la puerta de Crazy.

La ató del collar y me dijo: "ya la tienes!"

Los primeros dos metros fueron un auténtico suplicio. Yo iba con una correa larga, de unos 3 metros. A pocos metros tenía a David, que acompañaba a otro perro. En cuestión de segundos, las correas de David y mía eran un amasijo de nudos y cuerdas. Solo eran dos correas pero se liaron mucho. Los perros no paraban de moverse. Cada vez más contentos y cada segundo que pasaba se liaban más. No teníamos tiempo de actuar. Para cuando queríamos pasar la correa por algún hueco, los perros se habían liado más.
Tras un par de minutos eternos, conseguimos salir del enredo y empezar nuestro paseo. Fueron pocos los metros que duró la "tregua" de Crazy, ya que apenas un minuto después de desliarnos Crazy emprendió una carrera hacia ninguna parte y se me escapó la correa. La fuga de Crazy duró pocos segundos, ya que no era una fuga. Volvió para atrás y allí estábamos esperándole.
Cogí de nuevo la correa y, ahora sí, empezamos nuestro paseo.
Con una distancia prudencial entre nosotros (para evitar problemas con las correas y posibles conflictos entre perros) comenzamos a caminar, y Crazy parecía tener mucha prisa. Tiraba, y tiraba y seguía tirando sin (aparentemente) ningún objetivo concreto. Solo quería avanzar. Fuimos adelantando a todo el mundo, pero Crazy saludaba sin problemas a los perros y a las personas que iban con ellos.
Durante el paseo todos los perros tuvieron momentos para estar solos y momentos de encontrarse con otros perros, saludarse e incluso intentar jugar un poco.
Cuando cogimos el camino de vuelta, Crazy hizo algo que no me esperaba en absoluto. No diré que iba tranquila porque no sería cierto, pero sí iba mucho más relajada que al principio. Llegados a este punto del paseo, Crazy se permitía oler el suelo de vez en cuando. No tiraba tanto de la correa pero para mí, que estoy habituado a pasear con dos perras pequeñas que no tiran de la correa, seguía siendo un poco incómodo.
No duró mucho esa incomodidad, ya que, de nuevo, en cuestión de segundos, Crazy volvió a "liarla". Metió la cabeza en unos arbustos. Olfateó algo que le entusiasmó y, sin pensárselo  fue a por ello. El problema es que tras el arbusto, había un pequeño barranco de unos 3 metros que yo no vi. Lo último que pude ver fue el culo de Crazy metiéndose en el arbusto y desapareciendo en él. Luego, un segundo de intranquilidad y... entonces vi el barranco. Sentí una tensión como nunca antes la había sentido en una correa y empecé a ponerme nervioso. Crazy estaba colgando de la correa! se estaba ahogando. Roser, que iba delante mio, tomó las riendas de la situación y decidió actuar. Iba con una perrita y decidieron buscar un camino alternativo para bajar y rescatar a Crazy. Pero para cuando Roser pudo encontrar una forma de bajar, yo dejé de sentir esa tensión en la correa. Me quedé blanco (o eso creo) pero antes de que pudiera pensar nada, mientras intentaba localizar a Crazy tras el arbusto y las zarzas, Marion, una voluntaria que iba tras de mí con otro perro me dijo: "tranquilos, Crazy está aquí!".
Por fin pude tragar saliva... eché un vistazo a donde me señalaba Marion y, sí, ahí estaba Crazy escalando para volver con nosotros. Le costó muy poco subir de nuevo. No tenía ni un solo rasguño y no parecía asustada ni preocupada. Le pusimos el collar de nuevo y seguimos con el paseo. Llegamos de nuevo a "casa" y me tomé la libertad de quedarme con ella durante un buen rato. Quizá no era necesario, ella enseguida que se cerró la puerta volvió a ser la Crazy saltarina y ladradora. No me hizo mucho caso, pero no la culpo. No puedo hacerlo, no tengo derecho a hacerlo...

Ahora ya sé por qué Javi me preguntó aquello. Y, pese a que me las dí de valiente y pasé ratos muy malos (sobretodo el momento ahogue en el barranco), no me arrepiento en absoluto, y volvería a hacerlo. Ayer empezamos una relación muy especial, pero fue sólo el principio...

Lo que nos espera, preciosa, no lo sabemos ni tu ni yo. Pero sea lo que sea, haré lo posible y lo imposible para que tenga un bonito final: una adopción. Porque llevas mucho tiempo esperando, porque eres una perra fantástica, porque te mereces ESA oportunidad. Lo lograremos Crazy!!!