domingo, 11 de noviembre de 2012

Juegos


El juego es una actividad muy especial para nuestro perro, y debería serlo para nosotros. Compartir un rato jugando con nuestro perro puede llegar a ser uno de los "rituales" más peculiares. Y ello lo convierte, para mí, en uno de los momentos más fascinantes. En el juego podemos encontrar muchas variaciones. Casi tantas como perros hay en el mundo. Hay perros que les encantan unos juegos y perros que prefieren otros tipos.
Posiblemente una de las grandes diferencias que podemos encontrar cuando hablamos de juegos es la intervención humana. El ser humano llega casi a rozar la obsesión si miramos casos extremos de personas que hacen del juego una necesidad casi vital para el perro. A veces no somos conscientes de que el perro crece rápido. Años de selección han querido que los perros conserven ciertos rasgos y actitudes de juventud durante su vida, pero eso no implica que a un perro le guste el mismo juego durante toda su vida.
El juego es algo muy importante durante la juventud. Forma parte de una etapa mediante la cual aprenden una serie de herramientas sociales para poder relacionarse con el entorno. Corren, juegan, muerden, simulan peleas... es necesario que a los perros jóvenes se les permita relacionarse de manera segura con su entorno. Pero precisamente es una de las etapas en las que los propietarios describen a sus perros como "incontrolables", "desobedientes", o "desvocados". La parte buena de esto es que muchos propietarios entienden, una vez explicadas las necesidades del cachorrón, que impedirle ese contacto social puede llegar a ser contraproducente. La parte mala es que aún así, algunos propietarios se dan cuenta de "la que se les viene encima". Esto no deja de ser fruto de la desinformación que hay sobre lo que realmente es un perro, y es una de las causas por las que muchos perros acaban en protectoras o casas de acogida.
Una amiga me dijo hace poco una gran frase que decía algo así como que todos los propietarios en sus cabezas tienen a un moloso, pero en su corazón tienen otros perros. Es decir, que muchos propietarios, cuando piensan en su vida ideal con un perro, coincidirían en que quieren un perro tranquilo, equilibrado, que se tumbe cerca suyo... pero cuando les hablas de "estética" o "modas" entran las dudas: tamaño, raza, color, edad, sexo...
Volviendo al juego en sí, me gustaría acabar hablando de la intervención humana en el juego. Cuando he dicho que el juego forma parte de una etapa de la vida del perro, quería decir también por omisión que durante gran parte de la vida de un perro, el juego pasa a ser algo más secundario. Cuando un perro crece y madura, el juego pasa a ser algo más puntual y concreto para algunas situaciones. Diría que sigue teniendo una función social, pero a menudo distinta a la de cuando eran jóvenes. Cuando un perro adulto juega es provable que sea para tranquilizar una situación. Ya sea por ser una situación tensa, peligrosa o por ser una situación que tiende a descontrolarse entre perros jóvenes.
En cambio, es bastante común ver a propietarios de perros adultos jugando con sus perros. Por eso decía al principio que es una actividad que me fascina. Es quizá una de las mejores oportunidades que los perros nos brindan para comunicarnos con ellos, llegando a rozar la sincronía de movimientos. Miradas, gestos, incluso respiraciones pasan a ser detalles muy importantes cuando estamos jugando con nuestro perro. Pese a la diferencia de morfología evidente, podemos llegar a jugar, perseguir o buscar algo con nuestro perro y compartir gratificantes momentos que, además de enriquecernos, harán que nuestra relación con los perros sea mucho mejor.
Pensemos en compartir una actividad en lugar de "buscarle un entretenimiento". Quizá acertemos más con el juego y disfrutemos más los dos. Otro día hablaré de juguetes y si se tercia, un poco más sobre el juego. Porque el tema creo que da mucho de sí y es uno de mis preferidos.
Para los que tengáis curiosidad y queráis escucharme hablar sobre esto y practicar divertidos juegos con vuestros perros, el sábado 8 de diciembre, junto a Manel Roig, hacemos una charla-taller llamada "Jocs i educaicó" sobre los juegos en la educación canina (beneficios del juego, tipos de juego, juegutes...). Será en un restaurante chulísimo de El Vendrell que se llama Ca l'Alegría. Con ese nombre y hablando de juegos... ¡nos lo vamos a pasar genial!

martes, 2 de octubre de 2012

Marx y sus efusivos saludos...


Martín era un joven atareado. Siempre estaba haciendo cosas y siempre tenía cosas que hacer. Pese a ello, era una persona extremadamente ordenada. Compartía piso con un adorable perro. Alegre y juguetón, Marx (así se llamaba el perro) se ponía muy contento cuando Martín volvía de hacer algún recado. Pero lo que un día empezó siendo algo divertido y agradable, se había convertido desde hacía tiempo en algo molesto. Marx ya no pesaba los 8 kgs que pesaba antes, y sus efusivos saludos a veces causaban marcas en forma de moratones y arañazos en el cuerpo de Martín.
Había probado muchas cosas para cambiar el comportamiento de Marx, pero ninguna dio resultados. El problema parecía ir a peor. Desde hacía meses Martín había desistido. Las semanas transcurrían entre broncas, gritos y cabreos. La relación entre él y Marx se deterioraba.
Una mañana, Martín se durmió. No escuchó el despertador y cuando se despertó ya llegaba tarde al trabajo. Miró en la mesita de noche y el despertador no estaba. No le dio importancia, pensó que lo debió tirar de un golpe mientras dormía. No tenía tiempo de buscarlo. Se vistió todo lo rápido que supo, cogió la cartera, las llaves de casa, la chaqueta, las llaves de la moto... mierda!! las llaves de la moto no estaban en su sitio!! Buscó y rebuscó varias veces por los mismos lugares, mientras Marx le seguía por toda la casa. Los nervios y las prisas de Martín no le permitieron ver que las llaves también le seguían. Finalmente, un ruido de las llaves le iluminó. Se giró hacia Marx y éste movió el rabo. Tenía las llaves de la moto en la boca. Martín le echó una tremenda bronca, de esas que oyen los vecinos. Llamó por teléfono a algún compañero para comunicarle su situación y en seguida salio de casa, cerrando la puerta de un portazo. No se despidió de Marx, y éste se quedó en casa, como cada día, esperando que llegase la hora de que Martín volviera.


Pero ese no sería un día cualquiera. Marx esperó y esperó. Se acercaba la hora y empezó a desperezarse. Dio un par de vueltas por la casa para hacer tiempo y... Martín ya debería estar aquí. Pasaba el rato y Martín seguía sin aparecer, lo cual puso muy nervioso a Marx. Empezó a ladrar, a gemir y a lloriquear junto a la puerta. Un vecino se acercó e intentó tranquilizarlo, pero eso hizo que Marx se pusiera más nervioso. No era habitual que Martín no llegara a casa y menos aún, que un vecino le hablara. Ya por la noche, Marx estaba histérico. No había señales de Martín. Entonces, el ruido de unas llaves abriendo la puerta le llama la atención. ¿Será él? No era Martín. Quien entró en el apartamento era Juana, la señora que vivía arriba. Muy amablemente le dirigió unas palabras al perro que éste no comprendió, pero si el tono de su voz. Era suave, dulce y triste a la vez. Juana entró en la cocina y puso comida en el comedero de Marx. Éste la miraba con descrédito. No tenía hambre, ni sed, ni sueño. Tenía ganas de ver a Martín.
Esa fue la peor noche para Marx. No durmió, se pasó toda la noche aullando y llorando. A pesar de los intentos de los vecinos por consolarle, no hubo manera.

A la mañana siguiente, Juana entró en el apartamento de nuevo. Le puso el arnés a Marx y lo acompañó a la calle. De camino, Juana seguía hablando con su voz suave a Marx. Una vez en la calle, Juana le subió a un coche y a los 10 minutos lo bajó. Estaba en un sitio nuevo, muy blanco y lleno de gente. Entonces Marx se percató de que Juana iba vestida con unas ropas extrañas, muy blancas, a juego con muchas de las personas que había por allí. Como escondiéndose de algo o de alguien, ambos avanzaron rodeando el edificio. Entraron por una puerta lateral y subieron unas escaleras metálicas. Una vez dentro del edificio, se dirigieron por un pasillo hasta una puerta que estaba numerada. Al abrir la puerta, Marx no pudo contenerse. Arrastró a Juana de tal manera que tuvo que soltar la correa, y se echó a correr hasta la cama en la que descansaba Martín. Con un brazo y una pierna enyesados, la cara de Martín al ver el entusiasmo de Marx fue de susto. Aún estaba dolorido de los golpes pero, para su sorpresa, Marx no se abalanzó sobre él. Se quedó sentado junto a la cama, con la cabeza apoyada en el brazo que no tenía escayolado. De tanto en tanto soltaba la lengua para darle besitos en el brazo que, pese a no tener escayola, tenía arañazos y rasguños. Se le escapaba algun lloriqueo y movía el rabo con cada movimiento de Martín.


Así fueron las visitas de Marx a Martín durante la semana que estuvo ingresado. Cuando por fin pudo volver a casa, a Martín le esperaba una sorpresa: Marx le recibía en la puerta, sentado y moviendo el rabo. Tenía un extraño juguete en la boca. Cuando se acercó, pudo ver que ese extraño juguete era su despertador. Estaba destrozado y Marx parecía estar muy orgulloso. Cuando Martín alargó la mano para que se lo diera, Marx giró la cara, apretó las mandíbulas y acabó de hacer añicos aquel maldito aparato.

Desde ese día, Martín cambió su forma de ver la vida. Vendió la moto, cambió sus rutinas y lo más importante, aprendió a priorizar las cosas. Ya nunca más le molestó una muestra de cariño de Marx, fuese en la medida que fuese...

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Radix, el guerrero del espacio


Radix era un viejo pastor alemán con muy mal genio. Durante muchos años le tuve mucho miedo. Vivía un par de casas más allá de donde vivía yo. Todos los días, durante varios años, tuve que pasar por delante de su casa para coger el autobús.
Como ya sabía la hora, Radix me esperaba cada mañana en una esquina de su jardín, pegado a la valla que daba a la calle. Cuando me acercaba, él empezaba a ladrar furiosamente y no cesaba hasta que me había perdido de vista. Había veces que incluso seguía ladrando minutos después de haber pasado de largo. Lo escuchaba a lo lejos mientras esperaba el autobús para ir a clase.


Un buen día, cuando regresaba del colegio, no escuché sus ladridos. Seguí mi camino hacia casa y al pasar por delante de la casa de Radix, no lo ví. Me extrañó, pero no le dí más importancia.
Cuando llegué, vi a mi padre hablar con un hombre mayor. Cuando éste se marchó, le pregunté y me explicó que era el viejo Antonio, el propietario de Radix. Creo que discutieron porque mi padre parecía más nervioso de lo habitual.
Al día siguiente, todo seguía igual: Radix me recibió a su manera por la mañana y por la tarde. Le pregunté a mi padre por qué el perro del vecino me ladraba siempre, y no supo contestarme.
Pasaron varias semanas hasta que tuve la oportunidad de ver a Radix "al completo". Nunca lo había visto en un lugar que no fuera el jardín de su casa. Nunca le había visto las patas, la cola, la cabeza... y todo a la vez!! Desde la valla solo se le veía la cabeza y las patas delanteras. Ese día estaba en la calle, paseando con Antonio. Cuando me vieron, el hombre se dio la vuelta, agarró más fuerte la correa y empezó a caminar en dirección contraria a mí. Radix no me ladró. Ni siquiera lo intentó. Creo que debimos tener una expresión parecida, ya que nos encontrábamos en una situación muy similar. Se quedó mirandome varias veces, girando su enorme cabeza hacia mí. Pero siempre le seguían un tirón de correa y un grito.


Al día siguiente también lo vi en la calle con Antonio, pero esta vez sí me ladró desde la distancia. Así fueron alternándose días que me ladraba desde dentro de la casa y días que me ladraba estando de paseo con Antontio, hasta que un día, estando de paseo, Antonio se despistó. No me vio venir (yo ya hice lo posible por llegar de manera sigilosa, ya que así le ahorraba tirones al perro) y no tuvo tiempo de agarrar la correa con fuerza y, de un tirón, Radix soltó la correa de la mano del hombre.
Por unos segundos entré en pánico. Radix venia directo hacia mí. Fue entonces cuando Antonio se dio cuenta de mi presencia y empezó a llamar al perro a gritos. Radix o no le oía, o se hacía el sordo. Seguía su carrera hacia mí. Mi padre nos miraba desde la distancia, y un rápido vistazo hacia él obró "el milagro". Radix se detuvo a unos metros de mí. Cuando volví la cara hacia él, parecía otro perro. Se puso a oler no se qué en el suelo. Le veía la cola erguida y juguetona y me miraba con otros ojos. Yo seguía petrificado por el miedo. Tenía un pastor alemán de unos 40kgs, el cual por alguna razón me odiaba, a escasos metros. ¡Suelto! Antonio llegó lo más rápido que pudo y lo agarró por el collar. Ahí terminó nuestra aventura... ese día.

No me considero una persona conformista, y por aquél entonces, todavía menos. Ese día descubrí que Radix no me odiaba, y me propuse ir un poco más allá. También ese día fui consciente de la edad de Radix, ya que cuando se dirgía corriendo hacia mí, lo hacía cojeando. Su pelo no brillaba y su jadeo era muy fuerte. La carrera le pasó factura, pues pocos días después tuvo que ir al veterinario.
Una charla con mi padre me hizo entender que Radix era lo equivalente a un abuelete, sólo que éste no llevaba bastón ni nada que le ayudase a caminar bien. La charla fue muy triste, ya que mi padre me dijo que Radix se estaba muriendo. Una de las cosas por las que siempre le estaré agradecido a mi padre es por ser sincero conmigo. Esa sinceridad nos permitió, tras soltar un buen saco de lágrimas, planificar una "emboscada".

Al día siguiente entramos en acción mi padre y yo. El objetivo no lo teníamos del todo claro, pero mi padre me hizo caso y se fue a entretener a Antonio. Ese momento lo aproveché yo para ir a ver a Radix a solas. A mi padre no le hizo mucha gracia, ¿pero quién le dice que no a un hijo que llora?
Esa tarde disfruté muchísimo. Pude acariciar a Radix. Él me reconoció y pese a estar en su propio jardín (desde donde siempre me había ladrado) accedió a que me acercara. No se movía mucho, y cuando lo hacía, eran movimientos muy lentos y casi rozaban la torpeza. Pero su rabo se movía de lado a lado. Estuve varios minutos con él, mientras mi padre hablaba con el señor Antonio. Me costó muchísimo separarme de aquel animal. Lo hice con los ojos llenos de lágrimas y él se quedó tumbado mirándo cómo me alejaba y salía de su jardín.

Llegué a casa y mi padre tardó aun unos minutos. Yo le esperaba contento, con los ojos rojos de haber llorado pero muy satisfecho porque nuestro plan había salido bien. Le conté todo lo que hice y él apenas hacía muecas de sonrisa. Cuando terminé, me explicó lo que había hablado con el vecino. No fueron para nada buenas noticias. Radix estaba gravemente enfermo. Seguramente por eso no se movía. El veterinario le dijo a Antonio que los resultados de los análisis eran de un perro muerto. Le dijo que era muy extraño que un perro de su edad y en su estado, siguiera con vida.
Al día siguiente, por la mañana, fui a ver a Radix a su valla, pero no estaba en el jardín. Llegué por la tarde y tampoco estaba, y muy preocupado fui a ver a mi padre. No le pude preguntar nada, porque su cara ya me lo dijo todo... Radix se había ido...

Me arranqué en una llorera que me duró un buen rato. No podía parar de pensar en él y en esos momentos que apenas hacía 24 horas pudimos compartir. Cuando empecé a tranquilizarme, mi padre se acercó a mí, me puso la mano en el hombro y me dijo algo que jamás olvidaré:
"¿sabes? el veterinario le dijo a Antonio que no se explicaba cómo un perro tan mayor y tan enfermo podía seguir vivo. Yo sí lo sé. ¿quieres saber por qué? Pues porque no quería irse sin conocerte. Debes sentirte orgulloso de ello, ya que alargaste la vida de Radix y le diste el placer de conoceros, de compartir un ratito juntos... no lo olvides nunca, es una lección que nos dió el viejo Radix: aprovecha cada momento, disfruta."

Ese día, mi madre llegó a casa más tarde de lo habitual. Y cuando lo hizo, llenó la casa y mi vida de alegría, pues iba acompañada de un perro que había adoptado en una protectora.
Desde entonces, cada momento, cada mirada, cada siesta... todo lo disfruto como si fuese ese ratito que compartí con Radix. Creo que Dende, mi compañero perruno, lo sabe, pues él también disfruta mucho estando conmigo, y ambos lo pasamos fenomenal juntos!!

miércoles, 29 de agosto de 2012

SEMINARIO: INICIACIÓN AL COMPORTAMIENTO ANIMAL CON CLICKER SISTEMA CAP. MULTIESPECIE.

Ha sido un fin de semana increíble. Muy intenso. Desde que llegué al parque Rio Safari de Elche el viernes hasta que cogí el tren de vuelta a casa el domingo, no he parado de aprender y de disfrutar.
Empezamos el viernes con un poco de teoría de la mano de Jose Luís y Almudena de Dogstar. Empezamos el curso, nos presentamos y nos dividimos en grupos de dos para trabajar. Algo tan básico como que los animales que allí veríamos, algunos de los cuales ibamos a tener ocasión de conocer de cerca, no son perros ni gatos puede parecer una tontería, pero no lo es. Tenemos una tendencia casi incontrolable a achuchar y/o acariciar a todo bicho viviente. Lo hacemos entre nosotros. Debe ser herencia de nuestros ancestros ya que en algunas especies de primates también se observan estos gestos en su vida social. Pero la cuestión es que ninguno de los animales con los que íbamos a tratar era siquiera algo cercano a nuestros parientes. Bien es cierto que había cerdos y burros, pero en su mejor y más estricto sentido de la palabra. No había políticos, banqueros ni nada parecido en esos recintos...




En el parque había animales de todo tipo, de todos los tamaños. Lo primero que aprendí fue a hablar de ellos con propiedad. No son animales salvajes. Son animales silvestres en cautividad. Aunque quizá también parezca una nimiedad, creo referirse a ellos como es debido ayuda al cerebro a tratarles como se merecen. Cabras, cerdos, dromedarios, jaguares, lemures, gallinas... todos distintos y parecidos a la vez. A continuación, paso a describiros experiencias vividas con algunos de ellos.

ENRIETTA

Acostumbrado a tratar con perros, mi primer fiasco llegó con Enrietta. Enrietta era una pájara exótica. No recuerdo su especie pero puedo describirla (pido perdón a los expertos y entendidos en este tipo de aves). Era de tamaño medio-grande. Parecida a un loro pero algo más grande. Mismo tipo de pico y plumaje. Pues bien, el primer día traté de presentarme a Enrietta sin demasiado éxito. No pretendía ser su mejor amigo nada más empezar, y conseguí que tolerara mi presencia e incluso me pidió que le rascara el cogote. Quizá fue porque me agaché al acercarme, quizá porque intentaba moverme lenta pero constantemente para que no se notara en exceso mi nerviosismo (era consciente de ello y lo hacía a proposito, ya sabeis, comportamientos de desplazamiento :P). La cuestión es que Enrietta fue mi primera lección: intenté caerle bien dándole pipas y cacahuetes, pero no cogió nada. Cuando estaba a punto de desistir, agachó su cabecita y me ofreció el cogote, ocasión que aproveché para hacerle unos mimitos. Por lo tanto, lección 1: para un ave, la comida tampoco siempre es el mejor reforzador; lección 2: ser consciente de mi cuerpo y de mis movimientos me ayuda muchísimo en un acercamiento, pero puede resultar perjudicial si llega a convertirse en una obsesión.

SONIA Y SELENA

Otra de las experiencias que más me gustó fue con Sonia y Selena, dos leonas. Los primeros en llegar a la valla del recinto fueron Alex y Juanjo, los dos profesores del curso. Como a ellos ya les conocían, las leonas empezaron a ofrecer una serie de comportamientos que podrían ser interpretados como "cariñosos" hacia ellos. Emitían algo parecido a un ronroneo y se restregaban por la verja en busca de caricias. Al ver la reacción que tuvimos todos ("ooooooohhhh que monaaasss, son como gatitas...") Alex y Juanjo pidieron un voluntario. Como en muchos cursos, cuando piden un voluntario me gusta salir. Es una manera de aprovechar un poco más la experiencia. Luego os comentaré la diferencia entre cuando piden un voluntario y cuando hay que hacer algo uno por uno. Total, que me ofrecí de voluntario con mis chanclas y todo. Me explicaron que tenía que correr paralelamente a la verja de las leonas para así "darles juego". En seguida que me coloqué, supe que iba a ser muy divertido. Se trataba del juego del pilla pilla en versión presa. Obviamente yo era la presa pero una doble verja metálica me mantenía a salvo. Aún así, cada vez que cambiaba de dirección o miraba hacia atrás veía las dos cabezas siguiéndome y las enormes garras pegadas a la verja. Fueron unos segundos, pero os puedo garantizar que fue una experiencia increíble. Nada más empezar a correr se me rompió una de las chanclas, por lo que tube que correr descalzo. Pero la adrenalina y la emoción del momento me permitieron seguir corriendo sin notar nada en el pie (el suelo era de tierra y piedras).
Al rato, uno por uno fueron pasando todos acercandose a las leonas. A todos les permitieron acercarse e incluso hubo a quien se les ofrecían para caricias (nada parecido en intensidad al comportamiento que mostraban con Álex o con Juanjo). Yo me esperé al final, pasaron más de 10 personas delante de mí y unos minutos, pero Sonia y Selena me reconocieron en seguida que me acerqué a la verja. Cambiaron su postura y su actitud, diría que incluso la mirada. Quizá me veían como la presa que les hizo correr, no me hubieran dado la oportunidad de acercarme demasiado, pero para mí, eso es un cumplido. No pretendía hacerme amigo de Sonia y Selena, pero sí me encantó poder servirles de entretenimiento durante un ratito.

PEDRO Y ROGELIO

Los jaguares (Pedro y Rogelio) también me impresionaron mucho. Por más que lo intentara, era imposible tranquilizarse del todo cuando estabas cerca de uno de ellos. La mirada, los movimientos, las patas... todo era mucho más impresionante de lo que me había imaginado. Muy tranquilos, casi rozando la "pachorra", ambos jaguares se mostraron muy participativos y nos indicaban perfectamente cuando hacíamos algo bien o mal. Una de las grandes diferencias, para mí, entre los perros y cualquiera de estos animales es que en una conversación (adiestrar, educar y entrenar no es más que una conversación entre humano y animal) el perro puede perdonar muchos errores y a veces pasan por alto la mala educación humana. En cambio, si te equivocas con un jaguar lo pagas. Ya sea en forma de miembros desgarrados (si eres torpe) o en forma de una sesión de entrenamiento mala y poco frutífera. Si le pides algo de manera poco adecuada, si le premias de forma incorrecta, si le castigas por prestarte atención... todo lo pagas. Quizá un error haga que durante dos semanas (o más) no puedas entrenar con ellos. Un perro es más permisivo. Perdona muchas más cosas, debido probablemente a que conviven con nosotros.

ATHOS

Athos es un "jirafo" que está enamorado de un "zebro". Sí, se que no estoy hablando con propiedad y que debería decir "zebra macho" y "jirafa macho", pero es que así es más cómodo.
Athos convive en su recinto con una zebra y con un zebro, y parece que en los últimos meses se ha despertado en Athos algo que hace que quiera conquistar al zebro. Desde que cupido le visitó, no parece estar muy participativo con la gente y se dedica a seguir a su enamorado por todo el recinto. Es curiosa la expresión que pone Athos cuando le llamas a lo lejos levantando los brazos. Te miraba y automáticamente buscaba al zebro. Seguramente chequeaba desde lo alto a ver si llevabas algo rico que realmente le mereciera la pena. Y contra el amor, es dificil encontrar algo más estimulante.

BABATI

Babati es una elefanta de unos 4500 kgs de peso y de 39 años de edad. Quizá esto no nos diga demasiado, pero son datos interesantes para contaros lo que viene a continuación.
La edad la considero importante porque, pese a no saber la edad exacta de Alex (su hermano humano), sé que se criaron practicamente juntos desde pequeños. La historia de Babati es realmente conmovedora, y lo es todavía más cuando ves en lo que se ha convertido. Digamos que, de no haber sido por la familia de Alex, a Babati le hubiera esperado una vida muy distinta.
La relación entre Babati y Alex es extraordinaria. De lejos se ve lo que ambos disfrutan estando juntos. Una de las cosas que Juanjo, Alex, Almudena y Jose Luís nos dejaron claras desde el principio es que primero hay que conocer la especie, luego hay que conocer al individuo. De poco sirve conocer una especie si no conocemos al individuo que tenemos enfrente, o a la inversa. Cuando estubimos frente a Babati lo vi claro. Ella no es una elefanta (que también). Ella es Babati, la hermana elefanta de Alex.
Vimos la exhibicion de ambos, de la que disfruté como un niño. Babati y Alex realizaron una serie de ejercicios que, además de ser bonitos y vistosos para el show, tenían un sentido práctico.

Una vez acabada la exhibición, pasamos a una sala con Babati. Mientras Alex nos explicaba todo lo referente a los elefantes en general y a Babati en particular, ella intentaba "jugar" con Jose Luis y conmigo, que éramos los que estábamos más cerca de ella. Alargaba su trompa y nos inspeccionaba. Con una delicadeza extrema, acercaba la trompa a los brazos y a las manos (supongo que en busca de manzanas). Al rato, Alex nos permitió acercarnos uno por uno a Babati, y ahora os explico la diferencia entre cuando piden un voluntario y cuando hay que hacer algo de uno en uno:
  • Cuando en un curso piden un voluntario, normalmente me ofrezco por varios motivos. El primero y más egoísta es que si piden hacer algo, lo hago. Pueden ocurrir dos cosas: que lo haga bien o que lo haga mal. yo salgo para hacerlo mal, así me equivoco y aprendo un poco más.
  • Cuando hay que hacer algo de uno en uno, me suelo esperar al final para asi analizar un poco lo que hacen los demás y en mi turno trato de hacer algo distinto. Esto me vino muy bien con Babati.
Efectivamente, esto me ayudó muchísimo con Babati. Yo estaba al final de la cola. Pasaron diez personas por delante de mi, las cuales fueron inspeccionadas por Babati. Algunos consiguieron interactuar un poco con ella y otros no tubieron tanta suerte.

Alex ya nos había explicado sobre la sensibilidad de los elefantes, y de Babati en particular. Unos segundos antes de mi turno, pensé en lo que quería conseguir con Babati. Un simple "hola" me hubiera gustado. Y entonces caí en la cuenta de que nadie (o casi nadie, porque creo recordar que una persona sí le habló) había intentado hablar con ella. Yo había comprobado por otras experiencias que hablar me tranquiliza a mi mismo, y recordé como un flash una frase de Alex cuando le pregunté: "¿Es cierto que hablarle a un caballo es bueno?" a lo que él me contestó con otra pregunta: "¿tú crees que es malo? ¿crees que le perjudica en algo?".
Enseguida me tocó acercarme a Babati, le saludé y tras inspeccionarme me brindó una sorpresa y un gran regalo. Me rodeó una mano con su trompa y tiró muy suavemente hacia ella, en un intento de acercarme. Yo, entre emocionado e impresionado (recordad que es un animal de 4500 kgs y yo soy uno de apenas 60 kgs) me quedé quieto, con lo que la elefanta retiró su trompa de mi brazo. Al momento, Alex me dijo lo que estaba sucediendo, y me dijo que me quedara quieto porque Babati volvería a intentarlo. Así fue, la trompa de Babati volvió a rodearme la misma mano con extrema suavidad y esta vez me dejé guiar por ella y por Alex. Tras colocarme junto y casi debajo de la elefanta, le rasqué la barriga durante unos segundos, que para mí fueron geniales (espero que para ella tambíen :P) y me retiré, aun emocionado.
No sé qué le trasnmití exactamente a Babati, o si simplemente le picaba la barriga y quería aliviarse, pero la verdad es que me marcó muchísimo ver que un animal tan inteligente, sensible y grande quiso que yo le rascara la panza.
Quizá no debería decirlo pero mientras Alex nos deleitaba con sus explicaciones, al principio de entrar en la caseta de Babati, yo me dediqué a observar al animal: sus gestos, sus movimientos curiosos con la trompa y sobretodo sus ojos. Me encantaron esos ojos gigantes color miel. Su mirada transmitía mucha calma y serenidad. Iba acorde a sus movimientos lentos y seguros.

Quizá esa observación mutua despertó en el animal curiosidad por conocerme mejor, no lo se. Pero lo cierto es que no desatendí en absoluto las explicaciones de Alex, y eso me permitió conocer mejor a Babati. Su historia, algunas de sus aventuras... y lo que más me gustó: saber que lo que Babati hacía en el show eran en realidad habilidades prácticas. Que Babati camine en línea recta, por ejemplo, tiene un sentido: mirar por el bienestar del animal y descartar problemas de salud que de otro modo serían muy difíciles de detectar, como por ejemplo problemas neuronales. También para detectar posibles fallos en las articulaciones debido al gran peso que soportan éstas. Ver como Babati levanta la pata y la posa en un tronco es increíble, pero ver luego que eso es un comportamiento que facilita los cuidados veterinarios de sus enormes "pies", de sus "uñas"... etc, es todavía mejor. Y así con todo.

He de decir que luego quedé bastante mal con Babati, porque cuando fue el turno de premiar su paciencia y despedirnos ofreciendole una suculenta manzana cada uno, me limité a enseñarle la manzana y colocarla dentro de su "boquita". Es lo que teníamos que hacer y es lo que hicimos todos, pero Babati creo que esperó algo más por mi parte porque cuando yo, presa de mis nervios y aun sin asumir lo vivido minutos antes con esa gigantona, le di la espalda para alejarme de ella, se quedó con la trompa levantada durante unos segundos más y al volverme de nuevo hacia ella vi como me seguía con su penetrante mirada...
lo siento pequeña, soy asi de torpe, espero que cuando volvamos a vernos me recuerdes y me des otra oportunidad...

"GEMA"

No podía acabar esto sin referirme a mi experiencia con "GEMA". Este es el nombre que le he adjudicado a la gallina con la que trabajamos mi compañera humana y yo. Casualmente, mi compañera humana se llama Gema, y como las conocí el mismo día y yo soy muy malo para los nombres, decidí llamar Gema a la gallina de forma interna para facilitar el trabajo a mi cerebro.

Trabajar con una gallina es algo que recomiendo a todo el mundo que se dedique, aunque sea lejanamente, a practicar clicker o a "enseñar" comportamientos a sus perros. Como he dicho antes, los perros perdonan muchos errores. Eso facilita mucho el adiestramiento y permite avanzar rápidamente con poca habilidad que se tenga. Juanjo y mi experiencia con Gema me enseñaron, entre otras cosas, que un animal simple no es un animal tonto, sino que es un animal que "simplemente sabe lo que quiere". Eso es casi el antítesis de un ser humano.

Realizamos varias sesiones de clicker con "Gema" durante el fin de semana. En todas ellas cometí muchísimos errores, de los cuales fui consciente casi al instante. "Gema" se dedicó a enseñarme durante todo el fin de semana. Me enseñó a moverme, a ser más rápido, más seguro... Ahora, cuando hago algo de clicker con Luna, resulta mucho más fácil. En sólo un fin de semana he aprendido mucho, porque he fallado mucho. "Gema" no tenía reparo en decirnos de manera descarada qué hacíamos bien y qué hacíamos mal.

La otra Gema, la humana, también me ayudó mucho. Me traducía al idioma "humano" algunos de mis errores y luego teníamos interesantes charlas constructivas. Has sido una entrenadora y una ayudante genial, Gema humana, me lo he pasado muy bien!

Seguiré contando más conforme vaya asimilando. Colgaré fotos y os explicaré algunas aventuras más. Los linces, los burros, los caballos... y todo lo aprendido aplicado a mi vida con Luna. Eso será una buena fuente de inspiración para futuras entradas, porque al fin y al cabo, un perro no deja de ser un animal doméstico en cautividad. Hay mucho que podemos hacer para mejorar nuestras vidas!

"La cautividad es injustificable, trabajar para mejorar el bienestar animal, es indiscutible"
Pilade Cristiany

martes, 24 de julio de 2012

El Complejo de Caperucita

Sí, me lo he inventado. No existe en psicología un complejo con este nombre (por lo menos que yo sepa). Pero, en cambio, si que existen personas que responden a mi recién inventado complejo de Caperucita. Es posible que conozcáis a más de una persona con este "problema". Normalmente se da en personas con cierta inseguridad.
El complejo de Caperucita lo sufren personas a las que no le gustan los perros o les tienen miedo. Normalmente sucede con perros de tamaño grande, pero nos sorprendería ver que también se da con bulldogs franceses, yorkis y otras razas pequeñas. Y es que el miedo no entiende de tamaños ni pesos.

Todos tenemos en la cabeza la escena del cuento de La Caperucita Roja en el que la chica está sentada junto a la cama de la abuela (que no es la abuela, sino el lobo). La chica, extrañada por la apariencia de la abuela, empieza a decirle "¡pero que orejas tan grandes tienes!; ¡y qué nariz tan grande!; ¡y qué ojos tan grandes!, y... ¡qué dientes más enormes tienes!".

Una situación similar se produce cuando una persona tiene miedo a los perros y otra persona, sabia donde las haya, le dice: "mi perro es muy bueno. ¡acércate! no te va a hacer nada. nunca ha mordido a nadie". Muy probablemente la persona sabia esté volcando toda su buena voluntad para que la otra persona pierda el miedo a su perro. También es muy probable que la persona sabia tenga razón, y que su perro sea muy bueno, muy tranquilo y muy cariñoso. Pero es todavía más probable que la persona que siente miedo esté pensando por dentro algo muy parecido a lo que la Caperucita Roja le decía a su abuela-lobo. Mientras uno dice: "mi perro es muy bueno" el otro piensa "ya, pero mira qué grande es"; cuando uno dice "acércate, no te va a hacer nada" la otra persona piensa "ya, pero mira que cabeza tiene, me podría arrancar la mano..." y mientras el propietario le dice "es muy bueno, nunca a mordido a nadie" la otra persona piensa "ya, pero mira qué boca y qué dientes más enormes tiene...".

Entonces se da una situación bastante frecuente (más de lo que me gustaría). El propietario intenta convencer a la persona que tiene miedo para que acaricie a su perro. Pero cuando la mano de la persona "miedosa" se acerca al perro, el perro ya no es ese perro cariñoso y tranquilo. Ahora es un perro desconfiado. Esto no quiere decir que vaya a morder a la persona. Ni mucho menos. Seguramente el perro acceda a ser acariciado y como mucho, se relamerá, bostezará y luego se sacudirá. Pero lo que vengo a decir con esto es que cuando nos relacionamos de manera desconfiada o insegura con un perro que no conocemos, el perro hará exactamente lo mismo. Es lo lógico. El perro no sabe quiénes somos ni qué vamos a hacerle.

Lo ideal en una situación así, siempre bajo mi punto de vista, sería marcharnos. No vamos a solucionar nada forzando la situación. Quizá mañana u otro día, cuando nos volvamos a encontrar y veas que mi perro va suelto y juega con niños, personas y otros perros, te lo miras de otra manera. 

Esto deberíamos tenerlo en cuenta cuando vamos por la calle. Tanto para la persona como para nuestro perro, lo mejor será no llegar a ese punto incómodo. El perro tampoco pasa un rato agradable si forzamos la situación. Y es casi seguro que el que más ganas tiene de solucionarlo es el perro. Pero atado no va a conseguirlo. Y si además lo sujetamos corto para que no haga "movimientos extraños", todavía menos.

Cuando vemos que una persona tiene miedo a nuestro perro, no deberíamos tratar de convencerla. Simplemente deberíamos respetar su estado emocional, empatizar con ella. Podemos hablar e intentar explicarle todo lo que queramos, pero el miedo no va a desaparecer por arte de magia. Es bastante más complicado que eso.

Pero lo peor de todo es cuando el lobo de caperucita vive con nosotros. Y es que cuando vemos que nuestro perro muerde, tendemos a ponernos en lo peor. Dramatizamos y demonizamos al perro (que hasta ese momento había sido un gran amigo) y lo vemos casi como un lobo de verdad, una fiera salvaje. Perdemos toda la confianza que teníamos en él en lugar de intentar ver porqué sucedió, qué le llevó a ese punto y qué podemos hacer para ayudarle. No creo que sea bueno para la salud ni para la convivencia compartir espacio con alguien de quien no te fías. Es entonces cuando se crea un clima de tensión constante en la casa. Ambos estamos alerta: yo estoy alerta porque no me fío de mi perro, y mi perro está alerta porque sabe que yo desconfío de algo y estoy preocupado.
Por ejemplo: mi perro se pone como una fiera con las visitas; como hoy tiene que venir el fontanero, yo ya estoy preocupado; mi perro lo nota y se pone alerta; intenta averiguar porqué estoy preocupado; conforme se va acercando la hora de la visita, mi estado de nerviosismo se incrementa, y el de mi perro también; cuando por fin llega la hora, llaman al timbre y mi perro, que lleva más de dos horas alerta, empieza a ladrar; yo me pongo más nervioso e intento hacerle callar; el perro relaciona mi reacción con la visita, y dos más dos siempre son cuatro: el perro entiende que lo que me preocupa son las visitas, y va a dedicarse a echarlas a todas.

Es un pez que se muerde la cola. Porque cuanto mayor sea la desconfianza hacia el perro, más intentará él ganar esa confianza perdida. Y os puedo asegurar que no siempre lo hacen de la mejor manera (siempre desde nuestros ojos, claro. ellos hacen lo que creen que es lo correcto). A veces se crea una tendencia en el perro a protegernos. Él sabe que algo nos preocupa, y que ese algo está relacionado con las personas que se acercan a nosotros, o con los perros que pasan. Y entonces decide alejar todos estos estímulos para que no nos preocupemos. Esto puede dar como resultado desde un perro que gruñe ante la presencia de personas hasta un perro que intenta alejar todo bicho viviente en 100m a la redonda. Esta situación aun nos hace estar más intranquilos y por lo tanto nunca llegamos a buen puerto. Nunca solucionamos nada porque ya salimos a la calle con la expectativa de "espero que no nos crucemos con nadie" y nuestro perro sale con la actitud de "no te preocupes, como nos encontremos con alguien me lo como".

Resumiendo un poco, el complejo de Caperucita tiene dos variables: personas con miedo a los perros (en general, como especie) y personas con miedo a un perro en concreto. Ambas variables pueden llegar a ser igual de perjudiciales, y dependiendo del perro, pueden llegar a ser igual de peligrosas. Por lo tanto, mi consejo es que si vemos a alguien con miedo a los perros no intentemos convencerle y "curar" su miedo. Y si somos nosotros los que tenemos miedo a nuestro perro por algo que ha sucedido, llamemos a un buen profesional que nos asesore y nos ayude a recuperar esa buena relación y esa confianza que teníamos en nuestro amigo.

jueves, 12 de julio de 2012

Sentencia favorable


Hacía tiempo que quería contaros una buena notícia. Ya está bien de historias tristes y serias. Aunque, en realidad, la buena notícia que quiero contaros es seria, muy seria.
Es sobre un caso que tuve. Me llegó "de rebote" como casi todos (alguien que busca ayuda, pica en una puerta y le mandan a la mía :P). El caso, resumiendo mucho, era sobre un perro reactivo que había marcado a personas. Tras hablar con los propietarios, concretamos una fecha para ver al perro y hacer una primera visita.
El perro (de unos 25-30kgs de peso) resultó ser un perro tranquilo, bastante equilibrado pero con cierta inseguridad. Sobretodo dirigida a individuos humanos adultos con la voz grave.
No era casualidad: el perro hacía poco tiempo que había tenido un incidente en el parque con un hombre. El incidente fue de la siguiente manera:
- chica jóven y guapa paseando un perro en un parque; chico vacilón se acerca a ellos e intenta acariciar o jugar con el perro; el perro gruñe (no se acercó de la manera más educada precisamente, y no respetaba su lenguaje); la chica se asusta un poco e intenta salir de esa situación; el chico sigue en su empeño y le dice a la chica que él es adiestrador, y que eso (el gruñido) lo soluciona en un momento; chico sujeta al perro por la cabeza y el cuello para "someterlo" y el perro suelta la boca. No llegó a morderle, le hizo una herida en el pómulo por el golpe, pero realmente se libró de un buen bocao. 
Tras este incidente, la chica y su pareja deciden hacer algo por su perro, ya que la inseguridad se agravó mucho a raíz de ese incidente y ellos también tenían miedo a que reaccionara mal en otras situaciones.
Lo que no se imaginaban es que el individuo en cuestión, el supuesto "adiestrador" de pacotilla, había ido a la policía nacional a denunciar al perro y a la chica que iba con él.
Bien, pues la buena notícia viene ahora: el juez, en un alarde de sentido común, culpó al denunciante (osea, al "señor adiestrador") redactando y firmando una sentencia absolutoria hacia la pareja y su perro y calificándolo como una acción torpe por parte del individuo. El juez indicó la imprudencia del individuo al querer hacerse amigo del perro a la fuerza.
Estoy a la espera de que me llegue la sentencia, ya que es un caso realmente interesante y la sentencia puede venir muy bien para casos similares. Si alguien está interesado/a en leer la sentencia o en que se la mande, que se ponga en contacto conmigo y se la pasaré por correo electrónico.
Hasta el momento no he tenido que volver al domicilio de estos chicos. Voy haciendo un seguimiento del caso y la evolución es genial. Realmente los chicos han hecho y están haciendo diariamente un gran trabajo con su perro (muchas gracias chicos!).
un abrazo a tod@s!!! hoy estoy especialmente contento!! :)

lunes, 2 de julio de 2012

Sábanas de piedra

Se despertó temprano, como todos los días. El Sol apenas empezaba a asomar tras las casas y edificios que formaban un horizonte escalonado y artificial.

Con energía y decisión caminó hacia la puerta. Seguía cerrada, pero le daba igual. Se había construido su propia puerta para poder salir. Se dejó las uñas rascando la pared durante varios días para lograr hacer un pequeño agujero que hacía las veces de puerta.
Como cada día, caminó por la calle durante unos minutos. Era tan temprano que no se cruzaba con nadie por la calle. No había personas que le entretuvieran, ni coches, ni bicis... En poco rato se plantó frente a unas paredes blancas. Las mismas paredes de cada día. 

Nervioso, empezó a rodear la cama de su amigo. Gemía, lloriqueaba y rascaba con las patas delanteras y con el morro. Pero las sábanas no se movían. El ruido le delató y tuvo que salir corriendo. Un vigilante venía gritándole y moviendo los brazos pero no pudo darle caza. Una vez fuera, se subió a una colina desde donde veía la cama de su amigo. Quizá la miraba pensando en otra cosa, pero su cara, otro día más, reflejaba esperanza. Un día más se tendría que volver a casa sin haber podido despertarle. 

Y es que cuando las sábanas de la cama son de piedra, despertar a alguien puede llegar a ser una tarea imposible.

lunes, 18 de junio de 2012




Mi nombre es Konrad, y estoy aquí porque el vago de Albert parece que se ha olvidado de escribir. Mientras él sigue a lo suyo, yo aprovecharé para daros unos consejos prácticos sobre cómo actuar ante diferentes situaciones.
Los consejos de hoy van a ser referentes al paseo.
El paseo debería ser el mejor momento del día para nuestro perro. O mejor dicho, los mejores momentos, porque ahí va el primer consejo: hay que salir a pasear con el perro de dos a tres veces al día. Dicho esto, que es lo más evidente del mundo, pasaré a comentaros un par de cositas acerca del paseo y de todo lo que  rodea a esta actividad.

1- el primer consejo es: DÉJALE OLER!
Los perros necesitan recibir información de su entorno. Les gusta saber quién ha pasado por allí, si hay algún perro nuevo en el vecindario, si hay alguna perrita a punto de entrar en celo... y muchas cosas más. Da igual lo que quiera oler: hierbas, basura, una farola, una esquina... DÉJALE! Tú no sabes si lo que está oliendo es interesante (a menudo lo es para ellos). Yo sólo aconsejo intervenir cuando, por ejemplo, el suelo está lleno de cristales rotos o cuando vemos que hay productos tóxicos o potencialmente peligrosos para nuestro perro (lejía, azufre, pesticidas...)

2- COLLARES Y CORREAS
Hay una gran variedad de collares y correas en el mercado. Pero lo mejor, lo que yo siempre aconsejo es un arnés y una correa larga, muy larga. Mínimo de unos 3m. De esta manera, nuestro amigo tendrá mucho más margen para moverse a su antojo sin necesidad de estirar de la correa y sin peligro a ahogarse en el intento. Además de esto, la correa larga también les permite moverse en el momento de interactuar con otro perro o con alguna persona (pueden hacer el rodeo ellos mismos sin necesidad de tirar de nosotros).
La mejor manera de conseguir una correa larga es fabricandola uno mismo. Y es muy sencillo y muy barato: un rollo de correa de persiana que podemos comprar en cualquier ferretería y un mosquetón. No necesitamos nada más. De esta manera podremos hacer varias correas de distintas longitudes para los distintos paseos (por ejemplo, una de 5-7m para la montaña y una de 3m para los paseos urbanos).
En cuanto al arnés, lo recomiendo porque cualquier tipo de collar daña muchísimo más el cuello de nuestro perro que un buen arnés, ya que éstos últimos van sujetados al cuerpo del animal y no aprietan la garganta, que por otra parte es una de las zonas más sensibles de la anatomía perruna (podéis hacer la prueba simplemente acariciando la parte del cuello con la mano, veréis que es piel y carne).

3- REFERENTE DE CALMA
Durante un paseo nos podemos encontrar ante situaciones "incómodas" para nuestro perro. Son esas situaciones en las que nuestro perro intenta advertirnos que algo no va bien mediante su lenguaje corporal y que a menudo acaban en ladridos y/o gruñidos.
Ante situaciones así, lo mejor que podemos hacer es ser una referencia de calma para nuestro perro. Dependiendo de la gravedad de la situación, el perro tardará más o menos rato en mirarnos, y si los niveles de estrés del momento se lo permiten, empezará a relajarse al ver que nosotros estamos cómodos y tranquilos en la misma situación que a él le asusta. Si somos constantes y creíbles, el tiempo hará el resto. Cuando hablo de ser "creíble" lo digo porque no vale eso de intentar mantener la calma. Si nosotros no podemos estar tranquilos, él tampoco podrá, incluso será peor. Por lo tanto, si no somos capaces de mantener la calma ante alguna situación, es mejor no exponernos a ella hasta estar seguros de nosotros mismos. De esta manera le podremos dar una buena referencia de calma a nuestro amigo.

4- ACERCAMIENTOS SEGUROS
Cuando nos encontramos en la calle con alguien que va paseando con otro perrito, solemos reaccionar de maneras poco ortodoxas: lo llamamos, lo arrastramos para que no vaya a verle, le gritamos, nos lo llevamos... ¿por qué? me entristece mucho cuando voy con mi perrito y éste, al ver a otro perro, empieza a mover el rabito e intenta ir hacia él. Acto seguido el otro propietario se va y ambos perros se alejan mirándose mutuamente sin comprender nada. ¿Por qué no dejamos que hablen? ¿quizá por miedo? en fin, mi consejo es que dejemos que los perros interactúen durante unos minutos, al menos. Que se saluden como saludaríamos nosotros a un amigo o conocido que nos encontramos por la calle. No creo que hayan muerto muchos perros ni muchas personas por dejar que dos perros se acerquen y se huelan...
Cuando hablo de acercamientos "seguros" me refiero a los que nuestro perro decide. Hay veces que mi perro ve a otro a lo lejos y automáticamente se va. No quiere saber nada de él. Y no es lo correcto forzar, como hacemos con los niños, a que se saluden. Hay veces que apetece, y hay veces que no. Debemos respetarles.

5- PASEOS RUTINARIOS
Es una buena idea tener una o dos rutas de paseo habituales. Pasear siempre por el mismo sitio puede llegar a ser aburrido, pero combinar lugares nuevos y diferentes con lugares habituales, aportará a nuestro amigo la satisfacción de conocer cosas nuevas y a la vez "controlar su zona". Esta práctica es especialmente buena para perros inseguros o con miedo, ya que pasear por el mismo sitio le dará la sensación de control que el miedo o la inseguridad le quitan, y hará que salga a la calle mucho más tranquilo. Debemos crearle la sensación de que él sabe en todo momento lo que pasa o lo que va a pasar en el paseo.

Con estos cinco consejos me despido por hoy. Es mi primer día y no quiero aburriros, pero en breve volveremos a vernos. O no... mientras tanto disfrutar de la compañía de vuestros mejores amigos. Espero que estos consejos sirvan para que juntos disfrutéis más de los paseos.

un abrazo inmensamente perruno a tod@s!

miércoles, 25 de abril de 2012

Chavela Vargas y su perrita, Lola

Dolores (Lola) es la perra de Chavela Vargas. Es de raza xoloitzcuintle (una raza azteca prehispánica). La famosa cantante mexicana tenía un problema con la bebida, y nadie fue capaz de ayudarle durante mucho tiempo. Nadie, excepto Lola.

Un día, Chavela vio como su perra escondía una botella de alcohol bajo un sofá. La empujaba con las patas y con el morro. A parir de ese día Chavela Vargas ya no volvió a beber. Creyó que Lola estaba "poseída" por el espíritu de su madre, y de alguna manera lo interpretó como una señal.

Da igual la interpretación que cada uno le dé a esta situación. La cuestión es que su perrita, fuera como fuese, hizo un favor enorme a la cantante. Le ayudó sin pedir nada a cambio. De hecho, es posible que llevara haciéndolo toda su vida, y es prácticamente seguro que lo seguirá haciendo hasta que una de las dos se vaya...

No es de extrañar, pues, que Chavela Vargas dedique palabras como estas a su perrita:
- "Uno no tiene un perro, los perros lo tienen a uno; ellos marcan las horas, lo que hay que hacer."
- "Yo, que nunca quise tener ni hijos ni ahijados, tengo perro... –se queja–... Chavela Vargas, que nunca se doblegó ante nada, al final se doblega ante un perro."

Para acabar, el fragmento final de una entrevista a Chavela:
El sol ya se oculta tras el cerro. Ella (Chavela) se distrae con la perra. La busca por la casa, la llama: "Ven, chiquita mía, Lola, Lolita, ven". Estira sus brazos, la perra viene y se pega a Chavela. Ella la alza, la acaricia, la besa y al oído le susurra una canción...

martes, 10 de abril de 2012

Paula y el amable señor de los perros

Mi nombre es Paula y tengo 7 años. Hace unas semanas vino un señor a casa a ver a Max, nuestro perrito.

Mis padres estaban preocupados por el comportamiento de Max. Tengo un hermano pequeño que ahora empieza a caminar, y mis padres querían protegerlo del gigantón de Max. En verdad, todo lo que tiene de grande, lo tiene de bueno. Max es un perro alegre y divertido, y nunca haría daño a nadie. Yo le conozco bien, somos buenos amigos.

Todo empezó un día que a Max no le apetecía jugar. Teníamos visita en casa. Era el cumple de Ander, mi hermano. Primer cumpleaños y, claro, toda la familia quería estar con él. A Max no le entusiasman las visitas. Le encanta jugar y que le acaricien, pero no le gustan las multitudes. Cuando mi tía cogió a Ander en brazos, Max saltó sobre ella haciéndole perder el equilibrio. Casi se caen. Se hubieran hecho mucho daño si no hubiera estado mi padre detrás para cogerles. El incidente hizo sonreír a Ander, pero hizo enfadar muchísimo a la familia. Mi padre cogió a Max por el collar y se lo llevó a rastras para encerrarlo en una habitación. Nunca había visto a mi padre tan enfadado con Max. Mi madre estaba asustada y mi tía, prácticamente llorando del susto y sentada en un sillón para coger aire, mostraba sus brazos arañados por las patas gigantes de Max.

Después de este incidente, mis papás llamaron a un señor. Vino a los dos o tres dias de haberle llamado. Era un señor serio y corpulento. Bastante más alto que mi papá. Tras una breve charla en el salón, el señor me miró y me dijo: “es hora de que los mayores trabajen”. No le entendí, pero para eso estaba mi madre, que educadamente me dijo que me marchara a jugar fuera. Salí al patio y me quedé mirando por la ventana del salón. Pude ver como el señor hablaba de pie y enseñaba algo que tenia entre las manos. Era algo metálico. Mi papá asentía con la cabeza y mi mamá ponía cara de susto.

Al poco rato, el señor hizo que trajeran a Max. Lo trajo mi padre sin apenas llamarle. Sólo abrió la puerta y Max entró. Como nos conocemos bien, yo sabía que Max estaba al otro lado de la casa en la misma situación que yo: espiando a los adultos. Max entró sonriendo a todo el mundo, pero en seguida se le borró la sonrisa. En cuanto se acercó al señor, éste le agarró fuerte del collar y le puso otro. Era lo que les estaba enseñando a mis papás. Ahora una cadena metálica colgaba alrededor del cuello de Max, junto al collar que le compramos y que decoré yo. Tras ajustar el nuevo collar, el señor se deshizo del otro, ¡del mío! Se lo entregó a mi mamá, que lo guardó en su mano.

Una vez colocado el collar metálico, le ató una correa con un muelle y empezó a hacer una serie de movimientos con la mano, mostrándole a mi padre cómo utilizar esos hierros. Mi papá no parecía estar muy convencido, y mi mamá todavía menos. Yo estaba nerviosísima y quería entrar en casa. Pero justo antes de abrir la puerta, al retirarme de la ventana, escuché un grito ahogado de Max. No tuve fuerzas para abrir la puerta. Ni siquiera tuve fuerzas para volver a mirar por la ventana. Me fui corriendo con los ojos llenos de lágrimas por la rábia y por el dolor.

Cuando esa tarde volví a casa, el coche del señor corpulento ya no estaba. En su lugar estaba el coche de Jorge, un amigo de mi papá que además es veterinario. Cuando entré, pude ver a Max rodeado de personas. Mi padre, mi madre, Jorge y el vecino de al lado estaban acariciando a Max y mirándole con una sonrisa de culpabilidad en la cara. Jorge le dio una palmadita en el lomo a Max que le devolvió la caricia con una de sus famosas envestidas amorosas con la cabeza. Al despedirse de mi papá, Jorge le dio una tarjeta. Al cabo de unos días, vino otro señor. Max no le recibió con la alegría que antes era habitual en él. Tenía miedo y ladraba. Pero lejos de lo que me temía, este señor se agachó y se quedó así varios segundos. Al verme en la puerta, me invitó a pasar y me dijo en voz muy suave: “he venido a hablar con Max, no te asustes, no le haré daño”. Su voz y sus gestos eran amables, y cuando fue a ver a Max, mi tranquilidad fue absoluta. En ningún momento se acercó a él mientras el gigantón de Max le ladraba. Parecía no importarle que un perro de 60kgs quisiera comérselo.

Tras la visita de este último señor, Max volvió a ser el de siempre. Volvió a convertirse en ese perro alegre, juguetón y confiado. Nunca hizo daño a nadie y mucho menos a Ander. El pequeño de la casa pasó a ser el compañero de juegos de Max. Todo era cuestión de idiomas. Nosotros aprendimos, gracias al amable señor de los perros, que hay idiomas más importantes que el castellano, el catalán o el inglés. El señor nos enseñó a “hablar perro” y gracias a eso disfrutamos de una larga y placentera convivencia con Max.

[…]

Han pasado ya más de 20 años. Hoy, gracias al "señor amable", dedico mi vida a ayudar a perros como Max. Soy voluntaria en una protectora y me he formado para ser educadora canina. He estudiado veterinaria y sigo igual de fascinada con los animales como cuando tenía 7 años. El sueño de hablar con los perros, de alguna manera, se hizo realidad. Y hoy soy yo la que va a las casas de la gente a explicar cómo y porqué debemos tratar a nuestros animales.
Max nos acompañó hasta los 14 años. Murió feliz y nos dejó muy tristes, pero nos enseñó muchas cosas. De hecho, sigue enseñándonos a día de hoy. Por ejemplo, hace poco aprendí que lo que Max le hizo a mi tía, muy posiblemente, fue por proteger a Ander de lo que él consideraba peligroso o amenazante. Igual que en aquel desafortunado incidente, a diario visito domicilios en los que no se escucha a los perros. Creo que cualquier problema se puede solucionar hablando, y gracias a aquél señor, he podido hablar con perros que, de otra manera, hubieran acabado en una protectora. Lo sé porque allí, en la protectora donde trabajo, todos los perros me lo dicen...


Este relato se lo dedico a tod@s aquell@s que colaborais con protectoras. Hay muchos, muchísimos casos como el de Max que, desgraciadamente, no tienen el mismo final. Y sé que hay mucha gente, cada día más, que además de ayudar a los perros que están en las protectoras, ayudan a difundir el mensaje del respeto, la amabilidad y la empatía. Gente que hace lo posible y lo imposible por lograr una buena convivencia entre perros y personas, y así evitar que los perros acaben abandonados a su suerte en una carretera o acaben en alguna jaula viendo pasar los días entre bgarrotes.
Gracias de verdad, de corazón, por vuestro impagable trabajo chic@s!!!!

lunes, 19 de marzo de 2012

La delgada línea que separa la empatía de la humanización

Últimamente me estoy dando cuenta de que para algunas persnas la frontera entre "empatía" y "humanización" es bastante confusa. Yo lo tengo bastante claro: empatía: ponerme en la piel del perro; humanización: poner al perro en mi piel.
Parece simple ¿verdad? pues por alguna razón hay gente que sigue creyendo que su perro es una personita que camina a 4 patas. Y no digo que esto sea algo malo. Yo a menudo lo hago. Es divertido. Eso sí, sabiendo y teniendo muy claro que no es más que un "juego". Pero en la mayoría de los casos es peligroso y negativo.

Tendemos a humanizar a nuestros perros para atribuirle lo peor del ser humano: culpas, rencores, envidias, celos...

Alguien que humaniza a su perro todo el tiempo, está pasando por encima de toda comunicación posible con su mascota. Por mucho que alguien se esfuerce, no creo que haya nadie en el mundo capaz de enseñar a hablar "persona" a un perro. En cambio, al empatizar (o intentarlo) hacemos justo lo contrario: nos preocupamos en averiguar su lenguaje, sus emociones, sus gustos... Conocemos al animal. Y es necesario conocerlo para poder empatizar bien. No me vale eso de "mi perro no come espinacas porque a mi no me gustan" (es un simple ejemplo).
Posiblemente, empatizar requiera un esfuerzo mucho mayor que humanizar. De hecho, humanizar no requiere ningun tipo de esfuerzo. Pero en cambio, la relación con la convivencia es proporcionalmente inversa: alguien que personaliza/humaniza a su perro, probablemente tenga más problemas y conflictos en su convivencia que alguien que empatice con él.

Además, empatizar nos reporta grandes beneficios y conocimientos. Tanto de nuestro perro como de los perros en general. Diría que incluso del mundo animal, y yendo más allá, nos aporta un conocimiento de nosotros mismos. Podemos vernos (o aproximarnos) como nos ve nuestro perro. Eso a mi me ha hecho mejor persona (y no digo que sea una buena persona, simplemente antes era muy malo, y ahora solo malo).
Por otra parte, con frecuencia me encuentro con gente que me dice que por mi manera de tratar a los perros los humanizo. Curiosamente eso me lo dice gente que alardea de ser el líder de su "manada-hibrida-casera".

Olvidándome ya de propietarios y particulares, me da cierta rabia que un adiestrador "clasico" (o tradicional, o mixto como se hacen llamar ultimamente) me diga que humanizo a los perros por trabajar desde el respeto. ¿sabeis eso que dicen de que vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el nuestro? Pues bien, esta gente no se da cuenta de eso. Quizá sea un errático concepto de empatía el que les rige las ideas, pero eso no es excusa para tratar de determinadas maneras a un animal. El adiestramiento "clasico" es, bajo mi punto de vista, el que humaniza a los perros. Los sitúa en escalafones sociales inventados y creados por el humano. Como no podia ser de otra manera, el humano está por encima de todos. Eliminan o ignoran en sus sistemas de adiestramiento el lenguaje del perro e intentan imponer el lenguaje humano (a veces incluso les enseñan idiomas). Utilizan la fuerza, los gritos y la imposición para conseguir determinadas acciones o respuestas... a mi esto me recuerda más a un núcleo familiar humano en el que los padres intentan "controlar" a sus hijos preadolescentes y rebeldes.

Es gracioso que aquellos que me acusan de humanizar al animal no se den cuenta de que es justo al contrario. Y lo peor es que ellos humanizan de manera inconsciente, sin tener en cuenta los efectos y las consecuencias.
Debe ser un gran defecto del ser humano, o una carencia. No lo sé. Pero es muy cierto que tendemos a humanizar a todo bicho viviente. Creo que nos hubiera ido mejor, y nos iría, si en lugar de humanizar nuestro entorno, intentaramos empatizar con él, y aprender.

jueves, 23 de febrero de 2012

Luna y el gato juguetón

Durante mucho tiempo he pensado que Luna odiaba a los gatos. Que si por ella fuera, se los comería. Sus reacciones delante de ellos siempre han sido muy exageradas y escandalosas. Llora, gruñe, ladra...

Ayer vi claro que estaba muy equivocado. Hace unas semanas, en un seminario de DogStar, Jose Luis contó una anécdota relacionada con los perros y los gatos, anécdota con la cual me siento muy identificado.

El caso es que ayer, durante el paseo, Luna y yo nos topamos con un gato "juguetón". Ella no se dio cuenta hasta pasado un rato, pero yo sí. El gato nos estaba siguiendo desde lo alto de un muro. Luna y yo caminábamos paralelamente al muro, ella con la nariz pegada al suelo y yo mirando de reojo al gato. Cuando Luna se paraba a oler algo, el gato también paraba en su avance.

Recorridos varios metros, el gato se encontró con el final del muro: llegó a la puerta, que con su pérgola y sus pilares hacían imposible que el gato nos siguiese como hasta ese momento. Cuando llegó a la puerta, el gato saltó hacia dentro de la casa (nosotros estabamos por fuera) y pensé: "ya está, ya se ha ido... suerte que Luna no lo ha visto!"
Pero el gato sólo habia empezado a divertirse... a los pocos segundos de haber saltado hacia la casa, ví asomar entre los barrotes de la puerta una cabecita. Era él... se aseguró de que Luna estubiera lo suficientemente lejos como para que pudiera salir tranquilamente y volver si se sentía amenazado.

Mi sorpresa fue aun mayor cuando ví que el gato ¡se dirigía a Luna! ella estaba a unos 5-7 metros por delante de mí, y el gato pasó por mi lado sin siquiera mirarme y en una posición corporal como de "alerta". Se movía a pasos cortos pero rápidos. Iba avanzando y parando. Se detuvo a una distancia prudencial de Luna. Ella seguia buscando olores y no se había percatado de que tenía un gato a escasos metros.

Para evitar que la situación fuera a mayores, me interpuse lentamente entre Luna y el gato, a lo que éste respondió mirándome (¡por fin!). Creí haber "controlado" la situación, asi que me alejé un poco y llamé a Luna para que me siguiera. Pero ya era tarde, cuando me volví para ver qué hacia Luna, ésta estaba mirando fijamente al gato. Estaban a un metro de distancia. Ambos sueltos, sin ninguna correa, en un espacio amplio.

Estuvieron así un segundo o dos (aunque a mí me pareció una eternidad). Ambos estaban quietos, congelados, mirándose fijamente. Yo ya no llamé a Luna, ¿para qué? simplemente me limité a observar. El gato no corria un peligro real, ya que tenia muchas escapatorias y era mucho más veloz y ágil que Luna.

Pasado ese momento de "congelación", Luna empezó a menear su rabito y a gruñir. Al mismo tiempo empezó a moverse en círculos alrededor del gato, como si fuera un tiburón rodeando una presa. Dió como 4 o 5 vueltas completas, con un radio de un metro aproximadamente desde el gato hasta ella. El gato le seguía con la mirada y con el cuerpo, pero no salía del círculo que marcaba Luna. Hasta que en un momento determinado, no sé que pasaría, el gato echó a correr hacia la puerta y Luna detrás.

Luna empezó a ladrar cuando vio que no tenia acceso al gato. Éste se metió de un salto dentro de la casa, y Luna empezó a ladrarle desde la puerta. Ladró durante unos segundos, y luego volvió al lugar donde momentos antes habían estado quietos. Su nariz estaba más enganchada al suelo de lo habitual, siguiendo el rastro, y repitiendo la ruta varias veces: del círculo a la puerta y de la puerta al círculo.

Tras unos minutos de calma, Luna se acercó donde yo estaba. Iba con la lengua fuera y con una cara de: "¿has visto? ¡casi lo pillo!" no estaba alterada o reactiva, ¡estaba contenta!

Y entonces, de camino a casa, se me ocurrieron varias cosas:


1- Luna siempre que ha reaccionado mal con gatos es por que va con correa, cosa que la limita enseguida y no puede acceder al gato NUNCA.

2- La idea de que Luna odia los gatos era exclusivamente mia, creo que ella no piensa así, ni lo ha hecho nunca...

3- Los perros y los gatos hablan entre sí, dejando a los humanos completamente al margen.
4- El momento "congelación" entre Luna y el gato fue como la anécdota que explicó Jose Luis en el seminario, en la que se dió una situación parecida y ambos animales se miraban en plan "tu eres un gato, te toca correr delante ¿no? yo voy detrás, pero va, corre! que si no esto es muy aburrido..."

Una vez más, Luna me dio una lección de vida...
La he querido compartir con
tod@s por si alguien también cree que su perro/a odia los gatos. Así, habiendo leído esto, tenemos otra cosa en la que pensar...

jueves, 9 de febrero de 2012

1ª TROBADA D'UECP


Primero de todo agradecer a los asistentes y organizadores. Sin vosotros nada de esto hubiera sido posible!

Ayer, día 12 de febrero, celebramos en la Residencia Canina Els Peluts una jornada en la que propietarios y perros disfrutamos mucho.

Se podría resumir en algo así como: un día en el que los perros "agresivos" jugaban, los inseguros exploraban y los escapistas se mantenían cerca de sus propietarios.


Pero fue mucho más. Para los que estuvimos allí, fue una experiencia genial! Personalmente, daré mi punto de vista y mi opinión, y agradeceré que l@s que tengan algo que añadir lo hagan :)

Fue un día de perros, literalmente. Nunca había tenido la oportunidad de estar en un sitio tan agradable, apartado de las ciudades, los ruidos y demás, y además hacerlo en compañía de personas tan fantásticas con sus correspondientes perretes.

Aprendí un montón! Los educadores fueron ellos, los perros. Nos enseñaron muuuuuchas cosas. Todo salió muy bien desde un principio. Apenas unos minutos antes de salir hacia la residencia, Nanu (el perrito de Cristina) había intentado alejar un par de señores de manera muy, digamos, espectacular... Sus ladridos eran fuertes, pero su cuerpo y su cola no mostraban "agresividad". Al acabar el café, fuimos hacia mi coche con Nanu ya más relajado, y éste no se lo pensó a la hora de subir a un coche ajeno. Supongo que algo se olería el amigo :P Nos dirigimos a la residencia que está apenas a unos 10 minutos en coche. Durante ese rato Nanu estuvo explorando mi coche. Por el suelo, los sillones y más sitios había trozos de chuches. Son parte de los juegos de Luna! jeje Probablemente eso hizo q él se relajara, o por lo menos, no se alterara en el trayecto.


Al llegar a la resi Roser, David y Julian nos estaban esperando. Ellos y los correspondientes perretes: Kira, Sojay y Ganjah.
Salimos con Nanu y Luna del coche, y enseguida los perros se saludaron y empezaron su gran día. 0 conflictos en la presentación. De hecho, Nanu y Ganjah enseguida empezaron a jugar. Son dos perros jóvenes, de un año y medio de edad Nanu y 20 meses Ganjah, ¿qué van a hacer? los otros tres se lo miraban. Enseguida Sojay entró en el juego y Kira, que es una crack, supervisaba la actividad para que no fuera a mayores.


Al rato, empezaron a llegar los demás (Victor, Luba, Natalia, Lydia, Noelia, Mónica...), y por un momento pensé: "jo, hasta ahora todo va genial, vamos a ver qué pasa..." Salí de la residencia acompañado de Luna (como no :P) y me sorprendí al ver que Sojay también me seguía. De los coches empezaron a salir perros de todos los colores y tamaños. Quiero destacar la tranquilidad con la que se hizo todo en esos momentos. Quizá eso fue la clave de todo, o por lo menos gran parte :). Porque de ahí en adelante todo salió genial. Salieron Kira, Ganjah y Nanu a ver quién había llegado y tras unas breves presentaciones (humanas y perrunas) nos fuimos a dentro de la residencia.

Por allí estuvieron correteando, jugando, oliendo, investigando y si, también gruñéndose y ladrándose. Pero lo mejor de todo es que la reacción de las personas allí presentes era siempre la adecuada!! Nadie intervenía, nadie "provocaba" ni añadía...
Decidimos hacer "grupos" separando a los más hostigadores de los más hostigados, y funcionó... vaya si funcionó! el sistema fue el siguiente: en el terreno gigante de la residencia disponíamos de dos espacios vallados y separados el uno del otro. Obviamente, nadie obligó a ningún perro a entrar en ningún sitio. Más bien eran ellos los que pedían entrar y salir según les apetecía. La intención era crear un espacio donde poder descansar y relajarse. Nunca había un perro solo. Siempre había más de uno y algún que otro humano :P

Mientras tanto, los más jóvenes disfrutaban de unos searchings gigantes por todo el terreno. Algunos disfrutaban de eso y otros simplemente jugaban :P fue realmente curioso ver como cuando algunos se querían relajar iban por iniciativa propia a los sitios donde habíamos sembrado tocitos frankfurts...Al cabo de un rato (siento no poder decir el tiempo, pero es que realmente perdí la noción del tiempo durante todo el día...), ya no había perros dentro y perros fuera. Estaban todos fuera. Como he dicho al principio, los perros más reactivos jugaban entre sí; los más inseguros tenían la oportunidad de explorar a su antojo; y los escapistas jugaban a perseguirse y aparecían repentinamente junto a las personas antes de que nadie se pudiera preocupar por ellos.
Nos enseñaron muchas, muchas cosas. Nos aleccionaron de la manera que sólo ellos pueden hacerlo.

Hablamos de muchas cosas, perrunas y no perrunas. Yo personalmente conocí a gente maravillosa y me reencontré con los que ya conocía, también maravillosos!!! :)Los calçots que nos prepararon el July y el Deivid estaban de vicio, y el all i oli de la Rous ni te cuento! Pudimos comer con todos los perros por allí. "Alguno" llegó a robar comida, sí, pero no se hasta que punto eso forma parte del entendimiento entre el Sojay y el July jejeje

En definitiva, pasé un gran día! Luna y yo llegamos exhaustos pero increíblemente satisfechos! Simplemente daros las gracias a tod@s los que estubisteis por hacerme disfrutar tanto y en tan buena compañía!! A los que no pudisteis venir, deciros que habrá más ocasiones y espero que vengáis a las proximas! :)

un super abrazooooo y gracias!!!!