jueves, 17 de noviembre de 2011

domi... ¿que?

Creo que seguir hablando de dominancia a día de hoy es un gran atraso, un lastre. Por eso mismo escribo esta entrada y espero no tener que escribir más sobre el tema.

Hace años que se habla de manadas, líderes, machos alfa... etc. Y resulta gracioso que el señor que habló de ello por primera vez, L. David Mech, hace años que se retracta de sus palabras (hay un vídeo en youtube en el que lo explica). Pero parece que no llegó a tiempo. La pelota de la dominancia se hizo muy grande. Fue como darle un caramelo a un niño. De repente, la humanidad tenía una especie gregaria a la que someter y maltratar con el amparo de la ciencia. Si los expertos dicen que hay que ser el líder, es que hay que ser el líder ¿no? Bien, ¿y qué pasa cuando los expertos rectifican? Dicen que rectificar es de sabios...


El concepto de "manada" que estableció Mech en un principio (macho alfa, hembra alfa, manada jerarquizada) cambió radicalmente cuando se pudo estudiar a los lobos en libertad. Descubrieron que las manadas son núcleos familiares. En los primeros estudios, Mech y su equipo colocaron distintos tipos de lobos en un recinto cerrado y observaron su comportamiento. Lógicamente, en ese "Gran Hermano" de lobos surgieron conflictos, que se interpretaron como si fuesen exhibiciones de fuerza, rango y jerarquía. Cuando tuvieron la oportunidad de verlos en libertad, poco menos que se echarían las manos a la cabeza. Vieron que no había conflictos dentro de una manada. De hecho, la idea resulta un poco absurda desde cualquier punto de vista: una manada necesita todos sus miembros en buen estado para cazar y sobrevivir. La manada suele estar formada por un papá lobo, una mamá loba y sus lobitos. Cuando éstos crecen, dependiendo del entorno, buscan formar su propia familia o se quedan con la suya formando una manada mayor (esto sucede en territorios donde las presas son muy grandes).

Pese al empeño del sr. Mech y a los numerosos estudios realizados a posteriori que demuestran que el lobo es un animal con una estructura social mucho más transversal de lo que siempre se había creído, hoy seguimos "recetando" dominancia por doquier. Hay quien insiste en decir que la raíz de los problemas en la convivencia entre los humanos y los perros hoy en día son porque los humanos no sabemos ser líderes de nuestros perros y perras. No sabemos imponernos.

En parte puedo estar de acuerdo con el "pseudo-educador" que receta dominancia. Yo también creo que uno de los mayores problemas es la dominancia. Pero mi visión es justamente opuesta. Es decir, muchos problemas empiezan cuando intentamos someter o "dominar" a nuestro perro.

Cuando intentamos imponernos a alguien pasamos por alto e ignoramos todo tipo de comunicación. Ese es otro gran problema.

Los estudios de comportamiento animal nos han aportado grandes cosas en las últimas décadas. Turid Rugaas, en su libro "las señales de calma, el lenguaje de los perros," nos describe una serie de comportamientos, acciones y movimientos que nos han ayudado a entender mejor a estos increíbles animales. Los Coppinger en su libro "Perros" nos ofrecieron un punto de vista distinto acerca del origen y evolución de la convivencia entre humanos y perros. Nuevos enfoques y teorías apuntan a un origen de la convivencia mucho mas lejano en el tiempo y muy relevante para la historia de la evolución. 

Pero ¿ahora cómo le quitas el caramelo al niño? Hay quién no concibe la posibilidad de tratar a su perro de otra forma que no sea imponiéndose. "Es un perro. Ha de hacer lo que se le dice" ¿verdad? Pues va a ser que no.

Por suerte vamos avanzando. Cada vez somos más los que apostamos por una educación basada en la comunicación, la empatía y el respeto. Nos olvidamos de los collares de pinchos, de los tirones de correa, de los golpes en el cuello... etc. Entendemos la educación de otra manera. Y los resultados hablan por sí solos. Dejémonos de imposiciones y obligaciones. En vez de intantar ser un líder, tratemos de ser un amigo y un buen compañero. Demos una oportunidad a la comunicación.

Un buen paseo

Casi todos los perros salen a la calle todos los días. Hay incluso que salen varias veces al día. Pero creo que son pocos los que pueden disfrutar de un paseo. Me explico: no creo que un perro disfrute mucho arrastrando a su propietario. ¿habéis probado alguna vez a caminar por la calle con una mochila llena de libros colgada al cuello? No a los hombros, no ¡al cuello! Podéis estar en Port Aventura o en el Caribe, yo creo que no lo disfrutaríais. Me cuesta creer que alguien pueda disfrutar sin apenas poder tragar saliba o respirar...
Pues esto es lo que le pasa a algunos perros. No es tan importante cuantas veces sale al día. Lo es mucho más CÓMO sale. Un paseo debe cubrir muchas de las necesidades de nuestro perro, tanto físicas como mentales.
No deja de ser curioso que la mayoría de propietarios que visito restan mucha importancia al paseo. Con frecuencia pasan por alto detalles que, para mí, son muy importantes (tipo de collar y correa, duración del paseo, estímulos, posibilidad de interactuar con perros y/o personas...etc).
Pese a no dar la suficiente importancia, muchos acaban entendiendo que si bien no es el principal problema (tirar de la correa) sí puede ser parte de la solución, ya que a menudo lo que lleva detrás este comportamiento es mucho más profundo (miedos, estres, ansiedad... etc).
Un paseo bien hecho puede ampliar enormemente la eficacia de cualquier terapia.
para acabar, me gustaría aclarar (quizá tenia que haberlo hecho al principio :P) que no hablo de tensiones puntuales en la correa. hablo más bien de ese tipo de tensión que comienza casi antes de salir a la calle y que se prolonga durante todo el paseo. aquí hay que matizar otra cosita: los perros pequeños (de tamaño) también tiran de la correa. como los tirones son más leves (su fuerza es menor que la de un perro de tamaño grande) no le prestamos la suficiente atención. pero deberíamos!

Sinceridad animal


A veces me pregunto si el ser humano está "preparado" para convivir con animales. Me da la sensación de que cada vez lo estamos menos. Hoy en día, no son muchas las personas capaces de mantener una relación 100% sincera y honesta. Bien sea con otro ser humano o con un animal. Esa es una de las claves por las que con frecuencia nos enfadamos con nuestros perros. Si llamamos a nuestro perro para que venga y no viene, nos enfadamos; si le decimos que se siente y no lo hace, nos ponemos nerviosos; si queremos jugar y nuestro perro no juega, nos frustramos... y así podría seguir y hacer una lista bien larga. En definitiva, parecemos no tolerar la sinceridad y honestidad con la que nuestros perros nos tratan. Si no viene cuando le llamas, problablemente sea porque no le apetece acabar el paseo o porque sencillamente le apetece más seguir jugando o seguir oliendo algo interesante.
Esto lo podemos trasladar al día a día, a las rutinas de casa (paseos, comida...) e incluso a los momentos de paz y tranquilidad en los que nuestra mascota descansa. Yo, cuando miro a un perro, disfruto. Más todavía si es mi perrita, con la que puedo pasar ratos largos sin hacer otra cosa que observarla. Juego a su juego: "ya que no nos podemos hablar (con la voz, se entiende) voy a observarte y conocerte al detalle". Todos los gestos, muecas, movimientos... Hasta el más sutil pestañeo cobra importancia. Y una importancia especial, ya que mientras observamos a nuestro perro, estamos viendo la sinceridad en estado puro. El cómo se siente, qué siente y cómo lo siente son cosas que siempre me han interesado, y a la vez son cosas que nos ofrecen diariamente. Ellos no esconden nada. Si no le apetece pasear porque llueve, te lo dirá. Si tiene hambre, si quiere estar contigo, si le apetece jugar con otro perro... ¡Todo nos lo dicen! Sólo hay que saber verlo. Pero estas cosas a mucha gente parece no preocuparles, y por desgracia, muchos perros acaban abandonados o sacrificados por "malos" y/o "desobedientes"... Muchos de estos casos se solucionarian con unas nociones básicas de comunicación humano-perro y perro-humano.
Dicho esto, vuelvo al inicio para plantear una reflexión: ¿Estamos preparados para convivir con animales? Y no me refiero a "convivir-dominar" o "convivir-esclavizar" o "convivir-pasando-del-perro". Me refiero a convivir en el más puro estado. En armonía. No es necesario crear una jerarquía. De hecho, bajo mi punto de vista, estructurar una familia jerárquicamente es un grave error. Tanto para las personas como, sobretodo, para los perros. Estoy harto de leer pseudo-artículos y ver pseudo-programas de TV donde se hace especial incapié al tema de la jerarquía y la dominancia. No era mi intención hablar de ello, pero es imposible no hacerlo, ya que el cuento de la jerarquia choca frontalmente con mis ideas. Alguien que intenta "ser el lider" pasará por alto todo tipo de comunicación. No se fijará en lo que su perro intenta decirle y la comunicación (si es que se puede llamar así) irá solo en un sentido: humano-perro. El humano intentará "dominar" al perro pasando por alto todo lo que el perro intente decirle... Y llegados a este punto, vuelvo a plantear una pregunta: ¿estamos preparados para tolerar la sinceridad? Bajo mi punto de vista: no. Esa es una de las razones que lleva a mucha gente a perder los nervios con su perro, a reaccionar de maneras violentas delante de algunos comportamientos (100% naturales en un perro) y a "humanizar" a su perro. No digo que sea algo malo. Pero en muchos casos, se humaniza al animal para así poder tratarlo como a un humano (osea, mal) y quedarse con la conciencia tranquila...
Y ahora sólo me queda una cosa pendiente: invitaros a tod@s a observar a vuestros perros. Nada en concreto, y a la vez todo: su comportamiento, gestos más habituales, expresiones faciales, movimiento de la cola, caricias que le gustan (esto merece casi una nota a parte...), los paseos (antes, durante y después de pasear)... y tooooodo lo que se os ocurra. Podeis convertir esto en un juego si quereis. Con el tiempo, podreis predecir muchas de las reacciones que vuestro perro tendrá ante determinados estímulos y situaciones (cara de juego, cuerpo rígido y tenso, cola estática o en movimiento...), pudiendo actuar en consecuencia y anticipando situaciones potencialmente desagradables. Poco a poco, ireis viendo más cosas, más detalles: "antes de tensar el cuerpo y quedarse estático, cierra la boca. Y antes de cerrar la boca, huele el suelo...." Y así descubrireis un mundo fantástico en el que cada día se aprende algo nuevo!

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La lección del mando a distancia


Siempre dejo el mando a distancia de la puerta parking en el mismo sitio: en un pequeño departamento que hay junto al freno de mano. No es por nada en concreto, simplemente me es práctico y pasado un tiempo, prácticamente no tengo ni que pensar en ello. Cuando me acerco a la puerta del parking mi mano va sola hacia donde está el mando.
Este es un proceso casi automático. El cerebro, dentro de su inmensa sabiduría, tiende a mecanizar movimientos y acciones que se repiten con cierta frecuencia. Es una manera de "optimizar" sus recursos. Ocurriría algo parecido si, por ejemplo, sumamos 753+154. La primera vez tendremos que hacer el cálculo. Si repetimos esta misma suma varias veces seguidas, ya no nos será necesario calcular, sabremos el resultado. Nuestro cerebro utilizará el camino más corto y no sumará las cantidades. Sería absurdo rehacer el cálculo una y otra vez con el gasto de recursos y energía que le supone...
Vuelvo al mando del parking. Como he dicho, esa acción de abrir la puerta está, digamos, mecanizada por mi cerebro. Pero surge un inconveniente... ¿qué pasa cuando el mando no está en el sitio? muy simple: el cerebro se pone nervioso, se estresa. Con todo lo que ello conlleva.
Puede parecer una tontería, pero esto mismo me sucedió ayer por la noche y aprendí la lección. Durante unos segundos, no había manera de encontrar el mando. No estaba en su sitio y yo seguía buscándolo, pero no aparecía. Llegué a plantearme (o mi cerebro me quiso hacer creer) posibilidades inverosímiles, como que se me había caído o que lo había perdido. El mando NUNCA sale de mi coche, así que era imposible. Tardé unos minutos en empezar a relajarme. Hasta ese momento, mi cerebro estresado tenía el control de la situación. Había buscado por varias partes del coche (sillones, suelo, guantera...) y no había encontrado nada. Cuando empecé a tranquilizarme, volví a buscar y... eureka! el mando estaba en el sillón del copiloto. Sillón en el que había buscado por lo menos dos veces. ¿se colocó el mando solito en el sillón después de que yo buscara? no lo creo... lo que sí que creo es que mi cerebro estaba estresado porque el mando no estaba en su sitio, y no me dejaba encontrarlo (paradójico ¿no?).
Ahora os pido un ejercicio de imaginación. En vez de protagonizar yo la historia, imaginaros un perro. Y en vez de un mando a distancia, imaginaros cualquier situación a la que un perro pueda estar habituado. Si queréis lo hago más fácil: una persona que vuelve a casa siempre a la misma hora del trabajo. Su perro le recibe cada día. Un día, la persona decide ir a tomar unas copas al salir de trabajar, con lo que retrasa su llegada a casa. Cuando por fin llega, ve el salón de su casa "desordenado" y el perro que le mira muy contento. ¿es culpable el perro de haber destrozado el salón? yo creo que no. Por seguir con la comparación: ¿es culpable el perro de haber encontrado el mando? Probablemente su cerebro le ha jugado una mala pasada, estresándose por la no-llegada de su propietario, y ha provocado una serie de comportamientos en el perro. Los mismos comportamientos que me llevaron a mí a quitarme el cinturón de seguridad, mover los asientos y encender la luz de dentro del coche mientras buscaba el mando. Comportamientos que de alguna manera son voluntarios pero a la vez no lo son. Yo no podía estar quieto y esperar a que apareciera el mando por sí solo, mi cerebro me lo impedía. El perro tampoco podría estar quieto mientras su propietario no llega.
De la misma manera, podemos extrapolar este tipo de reacciones a cualquier situación cotidiana. Tanto en nosotros como en nuestros perros, ya que ambas especies basamos nuestras vidas en hábitos y costumbres.
Para colmo, debo decir que la persona que suele llegar a la misma hora del trabajo también soy yo. Ayer, al salir de trabajar, no pasé por casa y no llegué hasta las 22.30h. Cuando llegué Luna me esperaba más nerviosa de lo habitual, a lo que le respondí con una sonrisa. Luna no rompió nada, pero no fue necesario para aprender la lección.
Reflexionemos y replanteémonos algunas cosas, seguro que no está de más.

...sí, tengo perro.


Tras esta afirmación tan común para todos y todas los que convivimos con un perro, hay algo más. un porcentaje altísimo de la gente que tiene perro no es consciente de lo que es realmente un perro. Y diría más, una parte preocupantemente grande de la gente que tiene perro, tiene un concepto completamente equivocado y erróneo de lo que es un perro. Esto se debe, en gran parte, a la información que se difunde en televisión y al poco criterio y sentido común de algunas personas.
A dia de hoy me hace gracia que haya gente que me sigue hablando de "líderes de manadas" y de dominancia... Simplemente me gustaria hablar un poco de lo que entiendo yo que es un perro.
Para empezar, el perro es un animal. Social, sí. En eso estaremos todos de acuerdo. Un animal social que está "diseñado" y "programado" para evitar enfrentamientos y conflictos en su entorno. ¿esto quiere decir que los perros no se pelean? No, por supuesto que se "pelean". Cuando ellos creen no les queda otra alternativa. No es casualidad que una gran parte de los comportamientos agresivos ocurran con la correa atada (y tensa) y/o en lugares cerrados. Pero el tema agresividad no es el que me toca hoy. Digo como pincelada el que si tenemos un perro reactivo (o "agresivo") deberiamos revisar muuuuchas cosas antes de etiquetarle como agresivo o problemático. El humilde objetivo de esta nota es explicar que en casa tenemos un animal, y como tal se comporta. Es facil que rompa cosas, que arañe puertas, q muerda muebles... ES UN ANIMAL. Si dejamos solo durante 8 horas a un niño en Port Aventura, ¿alguien cree que no subirá a ninguna atraccion? ¿se quedará quieto esperándonos? Yo creo que no. Por lo menos, un 99% de los niños probarían y subirian en todas las atracciones que pudieran! Pues con el perro pasa un poco lo mismo. Cuando nos vamos y se queda solo, busca su Dragon Kahn particular. Es labor nuestra dejarle entretenimiento suficiente y habilitarle un lugar cómodo y confortable para cuando se quede solo.
"...mi perro se come la comida de la mesa!! incluso estando nosotros!!" Claro, ¿alguien ha dejado alguna vez una bolsa de pipas dentro de la jaula de un loro? No creo que durase mucho tiempo entera ¿no? Bien, lo q quiero decir es que para un perro la comida es comida. No es de nadie. Él sabe donde está y simplemente espera a que nadie le mire (a veces ni eso) para conseguir su cena. De la misma manera, para un perro la pata de un mueble puede ser un mordedor excelente para mantener su mandibula en forma y sus dientes sanos. Los sofás son sitios estupendos donde escarbar y ejercitar sus patas delanteras, y tambien lugares cómodos para descansar. Pues como estos, hay muchos comportamientos que son NATURALES en el perro e incluso necesarios. Repito que estamos conviviendo con un animal salvaje. Aunque creamos que está domesticado y que es muy bueno, tiene sus instintos y sus necesidades como animal. Lo mejor de todo, es que ellos están dispuestos a colaborar con nosotros. Esto quiere decir que si le enseñamos las cosas de manera amable y respetuosa, ellos están encantados de hacerlo. Por ejemplo: si mi perro me quita la comida, le enseño a que espere sentado o tumbado mientras como. Si mi perro muerde muebles, le dejaré troncos de madera, kongs, juguetes...etc y cuando esté solo me aseguraré de que no tiene nada rompible a su alcance. Y así con todo.
Para acabar, no me gustaría que tras leer esto haya gente que mire a su perro y vea un "monstruo" o un animal salvaje y silvestre. No. Todo lo contrario. Un perro es un gran animal de compañía. Para mí el mejor (más incluso que la mayoría de humanos). Solo digo que muchos de los problemas en la convivencia humano-perro son debidos a que ignoramos la naturaleza del perro y sus necesidades. Reflexionémos. Pongámonos en su lugar. No es tan difícil! Hace un tiempo nosotros también eramos animales. Dejemos de pensar en tonterías y empecemos por lo más básico, lo más natural. Un perro no busca ni necesita un líder, necesita un amigo y una familia que le quiera y le respete.

la que podría haber sido la verdadera historia de la dama y el vagabundo...


Muchas de las personas que nos cruzamos nos miran mal. Ponen cara de superioridad, de asco, de pena... y la gran mayoría hace como que no nos ven. Son pocos los que se acercan a nosotros.

Hace ya tiempo que comparto mi viaje con este señor. la verdad es que el camino no es fácil. Pasamos frío, hambre, sed. Dormimos donde podemos, cada día en un lugar distinto. Y lo que me resulta más duro es ver como el señor al que acompaño, pese a no tener nada, lo comparte todo conmigo.

Mi historia es muy corta y sencilla. Yo antes vivía en una casa. Con una familia. Todo parecía ir bien. Llegué muy jovencita a su hogar y todo eran caricias, mimitos y carantoñas. A las pocas semanas, empezaron a cambiar su manera de relacionarse conmigo. Empezaron a gritarme. Yo no le di importancia, hasta que un día tras el grito llegó el golpe. Me quedé paralizada. Pensé que eran los nervios, que traicionaron al humano y se le fue la mano. Pero no. día tras día se repetía e incluso iba a mas. Los gritos pasaron a ser algo habitual. Los golpes pasaron a sustituir a las caricias. Cuando apenas era una jovenzuela, recibí una paliza que me hizo abrir los ojos (y me dejó coja de por vida). Esos humanos no me querían en su casa. Por lo tanto, a la que tuve oportunidad salí corriendo. Caminé durante unos días. No sabía qué hacer ni dónde ir. Aprendí rápidamente que cerca de las casas amontonaban basura, y de ahí me alimenté. Al poco tiempo, vi un humano que estaba en mi misma situación. Su aspecto no era agradable, por lo que supuse que el mío tampoco lo sería. Ese debe ser el motivo por el que la gente se asustaba si intentaba acercarme. Pero ese humano no se asustó. Me miró y siguió buscando algo para comer. Mi sorpresa llegó cuando el hombre sacó algo del contenedor y me lo ofreció. Yo, que estaba muerta de hambre, acepté su oferta.

Desde ese día, caminamos juntos. Nunca me ha gritado. Nunca me ha pegado. Simplemente se limita a mirarme y sonreír. Le debo hacer gracia, porque a veces está muy serio, incluso llorando y cuando me mira, sonríe. Yo no hago nada, simplemente muevo la cola y le pongo caras. Jugamos a eso, a ponernos caras, aunque no se si él lo sabe.

El hecho es que estoy bien con él. Quizá hoy no tengamos para comer. Quizá no tengamos donde dormir esta noche. Pero a mi no me preocupa. Soy feliz con este señor. Él me habla, me acaricia. Algunos días incluso hasta jugamos! pero todo lo hacemos de corazón. Sé que él me quiere, y yo le quiero a él.

Llevamos años juntos. Caminando. Compartiendo un viaje que no termina nunca. Compartiendo nuestras vidas. A veces es curioso como aquél que no tiene nada puede dar tanto, y además hacerlo sin esperar nada a cambio.

La fábula del mejor perro del mundo

Abro los ojos. Me desperezo. Con los ojos aún entrecerrados, busco la puerta. Está cerrada... debe ser temprano porque el Sol apenas entra por las ventanas. Tampoco es que entre mucho, ya que las rejas impiden que entre toda la luz y dibuja en el suelo unas sombras alargadas que no me gustan. Voy a echarme otro sueñecito.
Ha pasado otro rato y me he vuelto a desvelar. Me incorporo y me vuelvo a dirigir a la puerta, que sigue cerrada. No sé cuánto rato habré dormido. Me aburro... aps! un ruido! por fin!!! rápidamente me desperezo de nuevo y me estiro. Seguro q vienen a verme!! estoy nervioso, no quiero que se enfaden conmigo... otra vez. Seguro que no, esta vez no se enfadarán. Jo, si que tardan. Sigo escuchando ruido arriba y estoy convencido de que vendrán a verme. Me duele la cola de tanto moverla. Estoy sentado, como siempre me dicen que he de estar. Igual es que no encuentran el camino para llegar hasta aquí. Les ayudaré. Empiezo a ladrar. Seguro que así me encuentran antes. Sigo ladrando, cada vez más fuerte. Mis ladridos se mezclan con gemidos porque no puedo soportar este estado de nervios. Estoy alterado porque muchisimas ganas de verles a todos. Sobretodo al más pequeñin de la casa. Hace un tiempo que ya no jugamos. Nos lo pasabamos muy bien juntos, pero un día los mayores decidieron separarnos. Parece que mis ladridos dan resultado. Ahora les oigo más alto. Deben estar más cerca. Sí! están viniendo, oigo sus pasos. ¡Huelo sus ropas! ¡Qué bieeeen! Volveré a estar con el cachorro humano y volveremos a jugar como antes!!
Ya están aquí. Por lo menos eso creo, porque de golpe parece que se han detenido. Están tras la puerta, seguro que me están gastando una broma. Eso es que quieren jugar. Si que tardan, que broma más larga. No la entiendo...
Ladraré otra vez para que vean que sigo aquí. ¡Ahora sí! ¡Han abierto la puerta! Enseguida salto para saludar al humano que viene a verme, pero... ¿qué quiere? Parece enfadado. ¿Qué quiere de mi? ¡No he hecho nada!! Intenta agarrarme por el cuello y golpearme. Me arrastra la cara por el suelo y me obliga a ponerme panza arriba... Q¡ué rituales tan extraños tienen los humanos! Enseguida que tengo oportunidad, me deshago del placaje del humano adulto y salgo por la puerta. Yo quiero ver al humano pequeño. ¡Él sí me entiende! Oigo voces que vienen de detrás mío. Cuando por fin diviso al cachorro de humano, noto como me cogen del collar y me arrastran de nuevo hacia "mi cuarto".
Vale, lo reconozco, quizás no sea el mejor perro del mundo. Quizá sea un perro malo y dominante, como me llaman ellos. Hace mucho tiempo que dejé de oír mi nombre. Sólo se refieren a mi como "chucho" o "perro". Pero yo no sé qué es lo que hago mal. Nadie me lo explica. Sólo me castigan, y yo no sé por qué. Tampoco se por qué nunca salgo a la calle. Sólo salgo de mi cuarto para saludar a un señor que me clava agujas y me da pastillas y chuches. Una vez ví a otro perrito alli, donde el señor de las agujas. No tenia buena cara y ni siquiera me dejaron acercarme a él para preguntarle qué le pasaba. Lo más cerca que he estado de poder hablar con otro perro es ahi. Pero por algun motivo, cuando me fui a acercar, el humano que sujetaba al perrito enfermo le dió tal tiron del collar que lo mandó a la otra punta de la habitación. Cuando salí el perrito enfermo ya no estaba, pero sí estaba su dueño hablando con otro humano. No se de qué hablaban. Sólo entendí dos palabras que a menudo escucho en mi casa: dominancia y sacrificio.
Ya estoy de vuelta a mi cuarto otra vez. Esperaré impaciente otra oportunidad. Sigo sin saber qué hago mal. Paso muchas horas aquí encerrado. Los días se me hacen eternos... Suerte que tengo a mi familia de humanos dispuestos a darme otra oportunidad. ¿ves? ¡ahi están de nuevo! a ver qué hacemos ahora... Me coge del collar, me acompaña al coche. ¡Que bien! ¡vamos de paseo! ¡por finnnnnn! ¡Llevo mucho tiempo sin pisar la calle! ¿habrá cambiado algo? ¡Seguro que hay muchos olores nuevos por descubrir! ¡Estoy muy nervioso y contento!!
El coche se detiene. El viaje ha sido más largo de lo "habitual". Debemos estar muy lejos de casa. Me bajan del coche. ¿No me ponen la correa? ¡qué bien! ¡paseo libree! ¡voy a oler esto! ¡y esto! ¡y esto también! ¡qué bien me lo estoy pasando! ¡Por fin estos humanos me dan la oportunidad de ser perro! ¡cuando llegue a casa me los voy a comer a todos a besos! Sigo caminando y descubriendo olores y... un momento, ¿y mis dueños? El coche ya no está...
Se han ido y me han dejado aquí... ¿y ahora qué hago?


(...)

Tengo frío y mucha hambre. Se ha hecho de noche dos veces y los humanos no han venido a buscarme. Creo que se olvidaron de mi a propósito. Debo ser un perro malísimo para que me hagan algo así... Sigo sin entender nada.
Han pasado ya varios días y ya he perdido completamente la esperanza de que vengan a buscarme. Tengo mucho frio. Los músculos me duelen y me siento cansado y débil. Hace días que no como. También tengo mucha sed... Mis ladridos y aullidos parece que no funcionan. Nadie viene a buscarme. He dado un par de vueltas por la zona para explorar y ver si encontraba algo de alimento, pero no ha habido suerte. Solo hay piedras y tierra.
Se vuelve a hacer de noche. Las noches aquí no me gustan. He perdido la cuenta de los días que llevo perdido. Esta mañana me he acercado a un charco para beber agua y no me he reconocido. Estoy muy flaco y muy feo. Mi pelo ya no brilla, más bien parece duro y pegajoso...
Oigo ruido a lo lejos. Quizá sea algo que me pueda llevar a la boca. Tengo tanta hambre... Voy a ver lo que es. Al acercarme, distingo dos figuras alargadas. Son humanos... ¿Otra vez ellos? No, son otros humanos. Parecen distintos. ¡Me han visto! ¿Me han visto y no me han dicho nada? ¡Qué humanos tan raros! Sin acercarme demasiado, intento vigilarles. A ver qué es lo que están haciendo aquí. Parece no importarles mi presencia. Me acercaré un poco más. Se han detenido. Yo hago lo mismo manteniendo una distancia prudente. Uno de ellos me está mirando. Se ha agachado. El otro se ha sentado en el suelo. Deben estar cansados. Ahora están los dos sentados, y parece que hablan en voz muy suave. Sin apenas mirarme, noto que están hablando de mí... Cuando decido dar un par de pasos hacia ellos, uno saca de una bolsa algo muy rico. Huele muy bien y tengo mucha hambre. Pero no soy capaz de acercarme. Seguro que es para ellos. Lo deja en el suelo, me mira y me lo "ofrece"... ¡qué humano tan curioso! No voy a acercarme, seguro que es una trampa. Sigo manteniendo las distancias cuando los humanos se levantan. Siguen caminando, pero... ¡se han dejado la comida! ¡qué tontos! Pues en cuanto se separen de ella, ¡me la voy a comer yo! En cuanto se apartan, aprovecho para tirarme sobre la comida y devorarla, y es entonces cuando uno de ellos se gira hacia mi y me sonrie.
Parece que estos humanos no son como los que yo conocía. Son distintos. Hay algo en ellos que me dice que son distintos. Su mirada, sus gestos... En ningun momento me han tocado y he pasado varias veces por su lado. Hacen como si no estubiera. Sólo me miran, y yo les sigo. Cada rato, dejan caer comida al suelo. Comida que no tardo nada en comer. Sea como sea, mi estómago está más lleno que antes y mis músculos parecen destensarse por momentos.
Hemos caminado un buen rato. Me he acercado tanto a los humanos que al final han acabado tocándome. Pero hasta en esto son distintos. No me tocan... ¡me acarician! Pese a tener el pelo asqueroso y una pinta muy fea, ¡los humanos me acarician y me sonríen!
El camino ha acabado. Estamos de nuevo en el asfalto donde me dejaron tirado. Seguro que aquí acaba mi aventura con estos humanos tan buenos. Hay un coche esperandoles. Dentro hay dos cachorritos de humano. Es hora de despedirnos, y como no me gustan las despedidas, me giraré y me iré por donde he venido. Pero... ¿Qué hacen? ¡Me estan diciendo algo! Al girarme veo que la puerta del coche está abierta. Veo los chiquitines reir. Los mayores me dicen algo en un tono muy amigable. ¿Me están ofreciendo entrar en el coche? ufff ¡Qué miedo! ¡Otro coche nooo! Me escapo unos metros y cuando me giro veo que los humanos siguen ahi, con la puerta abierta. No me dicen nada. Sólo me ofrecen otro trozo de comida. Al final desisto, me acerco a comer y me suben al coche.


[...]

Ha pasado ya algún tiempo de mi "aventura". Ahora vivo en casa de los humanos que me ayudaron. ¡Son una familia genial! Me dejan convivir con ellos en casa, jugar con los cachorros... ¡me llevan de paseo cada día! Juego con más perros y perras. ¡He descubierto un nuevo mundo! Hacemos cosas juntos, ¡nos lo pasamos genial! Me esconden cosas que he de encontrar. Me tiran discos que he de cazar y luego en casa me dan unos masajes y unas caricias a las que no me puedo resisitir... Ahora ya no escucho eso de "perro" o "chucho". ¡Me han puesto un nombre! Eso sí, cuando estoy sólo con alguno de ellos no me llaman por mi nombre, me llaman "el mejor perro del mundo".