Siempre dejo el mando a distancia de la puerta parking en el mismo sitio: en un pequeño departamento que hay junto al freno de mano. No es por nada en concreto, simplemente me es práctico y pasado un tiempo, prácticamente no tengo ni que pensar en ello. Cuando me acerco a la puerta del parking mi mano va sola hacia donde está el mando.
Este es un proceso casi automático. El cerebro, dentro de su inmensa sabiduría, tiende a mecanizar movimientos y acciones que se repiten con cierta frecuencia. Es una manera de "optimizar" sus recursos. Ocurriría algo parecido si, por ejemplo, sumamos 753+154. La primera vez tendremos que hacer el cálculo. Si repetimos esta misma suma varias veces seguidas, ya no nos será necesario calcular, sabremos el resultado. Nuestro cerebro utilizará el camino más corto y no sumará las cantidades. Sería absurdo rehacer el cálculo una y otra vez con el gasto de recursos y energía que le supone...
Vuelvo al mando del parking. Como he dicho, esa acción de abrir la puerta está, digamos, mecanizada por mi cerebro. Pero surge un inconveniente... ¿qué pasa cuando el mando no está en el sitio? muy simple: el cerebro se pone nervioso, se estresa. Con todo lo que ello conlleva.
Puede parecer una tontería, pero esto mismo me sucedió ayer por la noche y aprendí la lección. Durante unos segundos, no había manera de encontrar el mando. No estaba en su sitio y yo seguía buscándolo, pero no aparecía. Llegué a plantearme (o mi cerebro me quiso hacer creer) posibilidades inverosímiles, como que se me había caído o que lo había perdido. El mando NUNCA sale de mi coche, así que era imposible. Tardé unos minutos en empezar a relajarme. Hasta ese momento, mi cerebro estresado tenía el control de la situación. Había buscado por varias partes del coche (sillones, suelo, guantera...) y no había encontrado nada. Cuando empecé a tranquilizarme, volví a buscar y... eureka! el mando estaba en el sillón del copiloto. Sillón en el que había buscado por lo menos dos veces. ¿se colocó el mando solito en el sillón después de que yo buscara? no lo creo... lo que sí que creo es que mi cerebro estaba estresado porque el mando no estaba en su sitio, y no me dejaba encontrarlo (paradójico ¿no?).
Ahora os pido un ejercicio de imaginación. En vez de protagonizar yo la historia, imaginaros un perro. Y en vez de un mando a distancia, imaginaros cualquier situación a la que un perro pueda estar habituado. Si queréis lo hago más fácil: una persona que vuelve a casa siempre a la misma hora del trabajo. Su perro le recibe cada día. Un día, la persona decide ir a tomar unas copas al salir de trabajar, con lo que retrasa su llegada a casa. Cuando por fin llega, ve el salón de su casa "desordenado" y el perro que le mira muy contento. ¿es culpable el perro de haber destrozado el salón? yo creo que no. Por seguir con la comparación: ¿es culpable el perro de haber encontrado el mando? Probablemente su cerebro le ha jugado una mala pasada, estresándose por la no-llegada de su propietario, y ha provocado una serie de comportamientos en el perro. Los mismos comportamientos que me llevaron a mí a quitarme el cinturón de seguridad, mover los asientos y encender la luz de dentro del coche mientras buscaba el mando. Comportamientos que de alguna manera son voluntarios pero a la vez no lo son. Yo no podía estar quieto y esperar a que apareciera el mando por sí solo, mi cerebro me lo impedía. El perro tampoco podría estar quieto mientras su propietario no llega.
De la misma manera, podemos extrapolar este tipo de reacciones a cualquier situación cotidiana. Tanto en nosotros como en nuestros perros, ya que ambas especies basamos nuestras vidas en hábitos y costumbres.
Para colmo, debo decir que la persona que suele llegar a la misma hora del trabajo también soy yo. Ayer, al salir de trabajar, no pasé por casa y no llegué hasta las 22.30h. Cuando llegué Luna me esperaba más nerviosa de lo habitual, a lo que le respondí con una sonrisa. Luna no rompió nada, pero no fue necesario para aprender la lección.
Reflexionemos y replanteémonos algunas cosas, seguro que no está de más.
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