(4 horas antes, aproximadamente)
1. El descuido.
Son las 20.30h de un sábado de enero y por lo tanto hace ya rato que es de noche. Llego a casa y Luna y Rudy ya me esperan en la puerta. En cuestión de minutos estamos los tres en la calle y nos dirigimos caminando a la playa. Tardamos poco en llegar al paseo marítimo, apenas unos minutos. Entretanto, decido desviar la ruta y en lugar de dirigirme directamente a la playa, opto por tomar un camino que empalma dos tramos de paseo marítimo. Hemos recorrido este camino mil veces (de día, de noche, lloviendo…) pero como pasa mucha gente (y perros) durante el día seguro que hay olores nuevos e interesantes.
Empezamos el camino, que tendrá aproximadamente unos 300m de largo, y los ojos tardan unos segundos en acostumbrarse a la oscuridad de la zona. Ninguna farola ilumina el camino, y eso permite ver un cielo nocturno espectacular.
A los pocos metros, consigo distinguir varias personas que transitan por el mismo camino que nosotros. Alguno va en bici y sin luz, por lo que creo más conveniente apartarnos. Unos metros más adelante hay un pequeño atajo que comunica el camino y la playa. Iremos por ahí.
Me paro y silbo para avisar a Rudy y a Luna, y en cuestión de segundos aparece Rudy. Enseguida interpreta que nos adentramos en la playa y como Luna aún no ha venido, me veo obligado a pedirle a Rudy que espere. Así lo hace, y se tumba a escasos metros de mí. Vuelvo a silbar, un silbido un poco más largo esta vez. A ver si así Luna nos ubica y aparece. Entretanto, dejo pasar a las personas que venían por el camino en una y otra dirección. Ya estamos solos, las personas se alejan y Luna sigue “a su rollo”.
Han pasado unos minutos y me extraña mucho que Luna no haya aparecido por aquí. Rudy y yo no nos hemos movido del mismo lugar. Rudy sigue esperando y yo también. Pero seguimos sin noticias de Luna, así que decido retomar el camino. Seguro que Luna ha llegado hasta el final del camino y nos está esperando allí. Es un recorrido habitual y ella iba por delante de mí cuando me he detenido. Iba incluso por delante de Rudy. Probablemente esté en el otro lado del camino, esperando en el murete del paseo. Seguimos avanzando y ya vemos el final del camino. Las farolas iluminan la zona y no hay nada que me haga pensar que Luna esté por allí. No la veo, ni veo su sombra. No oigo nada, sólo el mar de fondo y un tren que pasa. Vuelvo a silbar y la llamo en voz alta. Espero unos minutos. Nada. Enfadado, decido dar media vuelta y desandar el camino. Conforme avanzo, voy mirando atentamente entre las sombras para ver algún movimiento furtivo. Empiezo a pensar que Luna nos ha perdido de vista y ha decidido seguir su olfato. Seguro que ha vuelto atrás asustada porque no nos veía y ha vuelto a casa. Sí. Está muy oscuro y pasaban varias personas. Ella va siempre con el hocico en el suelo y quizá ha seguido una “silueta humana” creyendo que era yo y se ha despistado. Para cuando se haya dado cuenta, habrá buscado mi olor o la de Rudy y habrá vuelto a casa irremediablemente.
Ya estamos a mitad del camino, hemos pasado por la zona en la que Rudy y yo nos habíamos desviado antes y no hay ni rastro de Luna, así que seguramente esté en la misma puerta de casa esperándonos. Avanzo cada vez más rápido. Rudy se queda atrás y me paro a esperarle. Una vez Rudy se despistó durante un paseo. También era de noche y también recurrió a lo seguro: volver a casa. Ese día, Rudy estuvo “a su rollo” unos 20 minutos. Eso me ayuda a pensar que Luna haya hecho algo similar. Estamos cerca de casa, es imposible que se haya desorientado.
Salimos del camino y mi paso es acelerado. Rudy no parece entenderme demasiado y eso hace que su ritmo sea más lento. Por suerte ya estamos al lado de casa, cuando giremos esta esquina veremos a Luna esperándonos en la puerta, como Rudy hizo en su día, con cara de: “¿pero se puede saber dónde estabais? ¡La puerta no se abre sola!”. Un par de metros más y ahí estará…
Pero no. En la puerta no hay nadie esperando. Avanzo rápido mirando todas y cada una de las plantas que hay a lo largo de la acera hasta llegar a mi puerta. Nada, ni rastro… No sé donde está Luna.
2. La búsqueda.
Una sensación horrible me recorre por dentro. No sé qué hacer. Abro la puerta, Rudy entra en casa y automáticamente vuelvo a cerrar. Me giro y vuelvo a caminar en dirección al camino. Estoy enfadado, pero sobretodo empiezo a estar inquieto. No sé donde se puede haber perdido esta perra. ¡Estamos al lado de casa! Se habrá ido a la playa. Seguro. Esta se ha metido en la playa y en cuanto sus almohadillas han tocado arena fina ha dicho: “¡a correeeeer!” y así habrá recorrido varias calas desorientada. Es poco probable. No es algo habitual en ella. Le gusta correr en la playa, sí, pero si por algo siempre se ha caracterizado Luna es por no perderme de vista. Hemos estado en entornos muy variopintos. Montañas, caminos, ríos, playas… y nunca se ha despistado. Hasta hoy. Pero es de noche, y en el fondo, aunque no quiera reconocerlo, se hace mayor.
Imagino que en la playa los olores son muy distintos a los a todos los demás. Quizá todas las calas huelan de manera similar, ya que las baña el mismo mar y la tierra se mueve de un lado a otro. Quizá eso la haya desorientado.
Vuelvo a estar en el camino. En el último sitio en el que recuerdo haberla visto. Silbo y la llamo un par de veces. Nada. Sigo caminando, llego hasta el final del camino y me adentro en la playa. Camino un par de calas dirección Barcelona. Nada, ni rastro. Doy media vuelta y vuelvo a recorrer las mismas calas y el mismo camino de vuelta a casa. Conforme vuelvo a acercarme a casa, vuelvo a imaginármela en la puerta esperando. Quizá se haya entretenido más de lo que yo pensaba y ha vuelto en este rato. Me acerco a casa y aunque no veo la puerta, oigo a Rudy ladrando a lo lejos. Ya está. Ha vuelto a casa y Rudy que le está ladrando desde dentro.
Imagino que en la playa los olores son muy distintos a los a todos los demás. Quizá todas las calas huelan de manera similar, ya que las baña el mismo mar y la tierra se mueve de un lado a otro. Quizá eso la haya desorientado.
Vuelvo a estar en el camino. En el último sitio en el que recuerdo haberla visto. Silbo y la llamo un par de veces. Nada. Sigo caminando, llego hasta el final del camino y me adentro en la playa. Camino un par de calas dirección Barcelona. Nada, ni rastro. Doy media vuelta y vuelvo a recorrer las mismas calas y el mismo camino de vuelta a casa. Conforme vuelvo a acercarme a casa, vuelvo a imaginármela en la puerta esperando. Quizá se haya entretenido más de lo que yo pensaba y ha vuelto en este rato. Me acerco a casa y aunque no veo la puerta, oigo a Rudy ladrando a lo lejos. Ya está. Ha vuelto a casa y Rudy que le está ladrando desde dentro.
Pero no. En la puerta no está Luna, no hay nadie. Rudy está en la terraza ladrando. Creo que está protestando, pero intento ver en su mirada alguna pista de Luna. Quizá la haya visto pasar y por eso ladra. Quizá la haya visto recorrer la explanada que hay enfrente de casa. Me adentro en ella, pero no parece muy probable que esté por aquí. Ya hemos estado esta tarde y no veo porqué Luna, desorientada, debería venir aquí. La explanada es grande, quizá un par de campos de fútbol o más, pero la hierba está cortada muy baja y eso me permite ver que no hay nadie. De todas formas decido recorrerla y cuando llego al final de la explanada la sensación de inquietud se incrementa notablemente.
Voy a la playa y recorro otras dos calas, esta vez en dirección Tarragona. Nada. Ninguna sombra a lo lejos que me aliente a seguir en esa dirección. Doy media vuelta y vuelvo al paseo marítimo. Me vuelvo a adentrar en el camino, dejando atrás los ladridos del insistente Rudy.
Mi enfado hace rato que se está haciendo pequeño, y su lugar lo ocupa la inquietud. Ya no me imagino la cara de cabreo que le voy a poner cuando la encuentre. Empiezo a conformarme con ser el debilucho que la abrace tras un rato de preocupación. En el fondo no soy mucho más que eso, y mi enfado acabará traduciéndose sí o sí en una sesión de mimos y caricias memorable cuando la encuentre.
Mi enfado hace rato que se está haciendo pequeño, y su lugar lo ocupa la inquietud. Ya no me imagino la cara de cabreo que le voy a poner cuando la encuentre. Empiezo a conformarme con ser el debilucho que la abrace tras un rato de preocupación. En el fondo no soy mucho más que eso, y mi enfado acabará traduciéndose sí o sí en una sesión de mimos y caricias memorable cuando la encuentre.
Sigo caminando por la playa. No sé cuanto rato ha pasado ya, pero empiezo a estar cansado. Me dirijo a casa, pensando de nuevo que estará en la puerta. Habrá perseguido un gato y se habrá ido más lejos de lo que yo creía. Eso la habrá entretenido mucho rato. Pero es raro porque por la playa no suele haber gatos. Quizá haya seguido un olor, ha llegado hasta una basura o una papelera y allí ha visto un gato, o varios. Eso le habría entretenido mucho rato, pero quizá haya vuelto de su aventura. Solo espero que no tengamos que curar heridas, porque si ha perseguido un gato, seguro que se habrá metido en algún lío. En fin, que todo sea eso. Algún arañazo, algún mordisco y mañana al vete a por las vacunas. Espero que no le hayan tocado los ojos, eso sería muy jodido…
Llego a casa y de nuevo no hay ni rastro de Luna. Rudy, al verme entrar, me ladra desde la terraza y mueve el rabo. Está contento de que haya vuelto. Con las prisas, le he dejado en el jardín, y el pobre seguro que tiene sed. Entramos en casa y efectivamente se amorra al agua y bebe con su particular estilo. Le pongo la comida y me recorre un escalofrío. Nunca le había puesto comida solo a Rudy. Siempre comen juntos, y el plato vacío de Luna me hace sentir muy mal. Echo comida en el plato de Luna para intentar mitigar el dolor pero no sirve de nada. Sigo sintiendo un enorme vacío y mucha inquietud, apenas puedo parar unos minutos y es sobretodo debido al cansancio.
Voy a la cocina, no he cenado y aunque no tenga hambre, necesito comer algo para seguir buscando a Luna. Un bocadillo bastará.
La puerta del jardín está abierta desde que he llegado, por si acaso Luna decidiera regresar ahora. Me como el bocadillo en el balcón, temblando más de nervios que de frío y mirando la puerta abierta del jardín.
Con la servilleta de papel aún en la mano, decido volver al camino. No han pasado ni diez minutos. Equipado con una luz frontal de leds y un par de juguetes de Luna me adentro en el camino iluminando todos los rincones que antes me quedaban ocultos por las sombras. Recorro todo el camino y llego al final. Me adentro en la playa, iluminando en todas direcciones, pero la luz aquí me sirve de poco. Está muy oscuro, hoy no hay Luna en el cielo, y eso me permite ver muchas estrellas. Sigo caminando por la playa llamando a Luna y silbando, sin perder la esperanza de que allá donde esté me escuche y se oriente. Pero no hay ni rastro. Una mirada al cielo me devuelve la esperanza. De golpe, justo frente a mí, una estrella fugaz hace acto de presencia, recorriendo el cielo de norte a sur. A estas alturas, la más mínima superstición me ayuda, y una estrella fugaz es una de mis supersticiones favoritas. Es una señal. El deseo que le pido a la estrella es obvio: encontrar a Luna.
3. Ni rastro.
Animado por la estrella, decido retomar la búsqueda y enfocarla de una manera más racional. Hasta el momento, básicamente me he dedicado a caminar de un lado a otro. No he parado de moverme y el sentido común aparece por primera vez en mucho rato para aportar algo: si buscas a alguien que te busca, espérale en algún lugar. Si no, los dos estáis en continuo movimiento y es mucho más difícil que os encontréis.
Me parece buena idea y decido esperar en el paseo marítimo, al final del camino donde la perdí de vista. Me enciendo un cigarro y espero unos minutos. Pero la inquietud aumenta de manera exponencial conforme pasan los minutos y acabo tirando el cigarro antes de terminarlo para volver a caminar. Esta vez me dirijo a un objetivo y camino callejeando varias manzanas hasta llegar a él: la guarida de gatos más cercana a DVB. Está ubicada en la puerta de un parking, junto a unos contenedores, y aunque no se si allí viven, sé que es un lugar muy frecuentado por gatos tanto callejeros como caseros que se escapan de aventuras. Conforme me acerco al lugar, veo en las sombras algún gato que asoma extrañado por mi presencia allí a esa hora. Están demasiado tranquilos. Luna no ha pasado por aquí. De haberlo hecho, no estarían haciendo vida normal. Si Luna hubiera pasado por aquí, algunos se habrían escondido y otros se hubrian largado. Pero están haciendo vida normal. Uno hasta está comiendo algo en la acera.
La hipótesis de una Luna aventurera persiguiendo gatos me convence más que la de una Luna desorientada. Eso me hace tomar la decisión de dirigirme a otro lugar “gatuno”. Está más lejos de casa pero si Luna buscaba “bronca”, este lugar es una apuesta segura. Ahí sí viven varios gatos y Luna lo sabe porque pasamos a diario. Esa guarida es un local abandonado que hace esquina, y normalmente hacen vida dentro del local. Solo los ves entrar y salir. Alguna vez, si el tiempo y las circunstancias lo permiten, alguno toma el sol en la puerta. Pero es muy raro. Mientras pienso todo esto ya casi he llegado al lugar. A lo lejos veo la puerta del local vacía, y no parece estar muy alterado el ambiente en la guarida. Nada me hace pensar que Luna haya estado aquí.
Vuelvo a casa. Rudy debe estar preocupado y extrañado por todo lo que está pasando y por cómo me estoy comportando, así que lo mejor será que me acompañe.
Salimos de nuevo en dirección al camino, y se me ocurre colocar a Timmy, el juguete de Luna que en su día simulaba ser una ardilla, en la puerta del jardín, dejando ésta entreabierta. Lo coloco de modo que cuando Luna lo coja la puerta se abra.
Volvemos Rudy y yo al camino, donde le perdimos la pista hace ya un buen rato. No quiero ni mirar el reloj para no saber cuánto rato ha pasado. Sigo iluminando con la luz todos los rincones y escrutando cada sombra. Nada.
Llegamos al final y volvemos por la playa. Rudy corretea alegre por la arena, ajeno a mi preocupación.
De vuelta en casa y el muñeco sigue en la puerta. Luna no ha pasado por aquí. Entramos en casa y decido replantearme la situación. Debe ser tarde y en algún momento tendré que irme a dormir. Pero me niego a dormir sin encontrar a Luna.
Decido hacer un último intento a lo grande. Bajo al garaje, cojo la bici y me dispongo a recorrer Cunit. Si Luna no está conmigo, he de asegurarme que no está en la calle.
Esta vez es distinto. No tengo la sensación de que vaya a dar con ella, y los ánimos que me insufló la estrella fugaz hace ya rato que se desvanecieron, dejando paso, una vez más, a la decepción .Voy a recorrer las calles de Cunit con la esperanza de no encontrarla. Solo pensar en ello me sienta fatal y un sudor frío, acompañado de una sensación macabra, me recorre de arriba abajo.
¿Y si está herida? Si no ha vuelto es que le ha pasado algo. ¿Y si la han atropellado? ¿Y si se ha enzarzado en una pelea con gatos y ha quedado malherida?
Muchas, demasiadas ideas fatales se agolpan en mi cabeza.
Luna, ¿dónde coño estás?
4. La esperanza.
Otra vez en casa. Cada vez que vuelvo me siento peor. En las calles no hay ni rastro de Luna. Eso me tranquiliza por un lado, y por otro me inquieta.
Rudy me recibe contento y en sus ojos veo mi angustia. Creo que intenta animarme. Nos sentamos en el sofá. Estoy derrotado, pero no por el cansancio, sino por el dolor, la decepción, la rabia y el malestar conmigo mismo. ¿Cómo me ha podido pasar semejante cosa? Un descuido, unos segundos bastaron para… no quiero seguir pensando en el eso. Solo me lleva a sentirme peor. Miro el móvil. Son más de las 12 de la noche. Luna lleva mucho rato sola ahí fuera. Pero si estuviera ahí fuera, más tarde o más temprano, habría vuelto… lo cual me lleva a pensar que Luna no está ahí fuera.
De golpe, visualizo a Luna frente a una puerta desconocida, encerrada, intentando salir.
De golpe, visualizo a Luna frente a una puerta desconocida, encerrada, intentando salir.
¡Eso es! ¡Quizá no ha vuelto porque no ha podido! ¡Quizá alguien se lo ha impedido! Pero ¿quién?
Con el móvil aun en la mano entro en el navegador y busco el teléfono de la policía municipal. Es mi última baza: avisar a la policía y si alguien da con Luna o la ve, que me informen enseguida.
Rápidamente aparece un número de teléfono en la pantalla de mi móvil y llamo. Una amable voz de señora me dice que “ese número no corresponde a ningún cliente” y yo me cago en la familia de esa señora y de los que han puesto el número de la policía mal en Internet. Vuelvo a llamar con la esperanza de que la señorita haya reflexionado acerca del asunto pero no, sigue en sus trece.
Busco en otra página y encuentro otro número de teléfono de la policía local. Llamo y sí, este es correcto. Me responde una voz masculina. Tras identificarme, le expongo la situación lo más brevemente que puedo y cuando termino, noto que el tono del agente es más amable y más cercano que cuando me respondió. Probablemente debido a mi preocupación. El agente me dice que le describa a Luna y yo paso a hacerle una descripción lo más detallada que puedo.
Pues ha estado aquí con nosotros en la garita hasta hace diez minutos. Creo que nunca olvidaré esa frase. Fue como si me quitasen un traje pesadísimo de tristeza, malestar y cansancio. De repente recobré toda la energía y me levanté del sofá dispuesto a todo.
Tras una conversación excesivamente larga para mi estado de alteración (resultó que el policía conocía a mi abuelo de toda la vida y charlamos amistosamente unos larguísimos minutos) consigo otro número de teléfono: el encargado de la perrera municipal. Se la han llevado unos minutos antes de que yo llamara.
5. El rescate.
Marco manualmente el número de teléfono que me ha dado el policía y me contesta una chica que me dice que no sabe de lo que le hablo. El sonido de fondo es de mucho ruido y fiesta así que la versión cuadra. Vuelvo a llamar a la policía local y me responde de nuevo el mismo agente. Me da otro número de teléfono ya que el primero lo había anotado mal. Llamo al nuevo número y no me lo coge nadie. Insisto varias veces sin resultado. Es muy tarde, casi la 1 de la madrugada. El encargado de la perrera se habrá ido a dormir ya.
Con la tranquilidad por fin de saber dónde está Luna, envío un mensaje al número exponiendo la situación en la que me encontraba.
Pasados un par de minutos recibo una llamada al móvil. Es del número que me había dado el policía y al contestar, oigo la voz familiar de una chica. Es la encargada de la protectora de animales. Resulta que al final de todo he ido a dar con una persona amiga que me conoce y conoce también a Luna. Es muy tarde pero ni ella quiere que Luna pase la noche en la prote ni a mi me gusta la idea de dormir sin Luna aún sabiendo dónde está y que está bien.
(Media hora después de la conversación telefónica con la encargada de la prote).
No sé donde estoy pero no me gusta este lugar. Es de noche y hace frío. No sé cuánto rato llevo aquí, pero no quiero quedarme más. ¡Quiero salir! Quiero volver a casa…
No sé cuántos perros más debe haber aquí. A mi lado hay varios. Todos están encerrados como yo. ¿Se habrán perdido también? Seguro que les ha engañado la misma señora que a mí. ¡Maldita sea! ¿Cómo me dejé engañar? Parecía amable pero acabó llevándome a un sitio que olía raro, donde todas las personas vestían igual. Me dieron agua y me dejaron estar un rato con ellos para luego dejarme con el señor que me ha traído aquí y se ha ido.
No entiendo nada. Estoy muy cansada, echaré una cabezada.
El sonido de un motor acercándose me despierta. Conozco ese motor. Conozco ese coche. Creo que es nuestro coche.
¡Seguro que son ellos que vienen a sacarme de aquí! ¡Sí, es él! No veo a Rudy, quizá esté esperando en el coche.
Ha abierto la puerta con facilidad, pero creo que no me ha visto. Se dirige a otro lugar, abre otra puerta y entra en una estancia donde ya no le veo. Le oigo saludar en voz baja a alguien. A varios. Quizá tiene algún amigo o conocido aquí y ha ido a saludarle. Ya sale. Pero sigue sin verme. Se dirige a otra puerta, esta le está costando abrirla. ¡Qué torpe es! Está tardando mucho en sacarme de aquí.
Me llama pero no me ve. De hecho seguro que me llama porque no me ve, como es habitual. ¡Pero está frente a mí! Apenas unos pasos nos separan… seguro que si Rudy se hubiera bajado del coche me hubiera encontrado antes, pero al fin creo que me ha visto. ¡Sí! ¡Me ha visto!
Tarda unos minutos en desestimar todas las llaves que no abren mi puerta para finalmente encontrar la llave correcta. ¡Por fin! ¡Otra vez juntos! ¡Sabía que me sacaríais de aquí!
De vuelta en casa. Son casi las dos de la madrugada y estoy agotado. Pero el esfuerzo ha merecido la pena. La sensación con la que me voy a dormir es indescriptible y los kilómetros recorridos a pie y en bici parece que fueron hace una eternidad.
Tras una pequeña sesión de acicalamiento Luna está lista para volver a la normalidad. Los pinchos enredados en sus orejas y patas no debieron facilitarle mucho las cosas en su aventura.
Nos vamos a la cama, por fin, los tres juntos, y así ponemos fin a lo que para mí ha sido, sin duda, la noche más larga que he vivido en mucho tiempo.