martes, 6 de septiembre de 2016

¿Es lo mismo socializar que sociabilizar?

Ante esta pregunta habrá quien, automáticamente y casi sin pensarlo, habrá respondido que sí. Pero no debería ser así. El hecho de usar dos palabras diferentes (muy similares, pero distintas) debería indicarnos que el significado de éstas también puede ser ligeramente distinto.

Habitualmente escucho estos dos términos usados sin ton ni son y es algo que cada vez soporto menos. Es por eso que hago esta entrada, para explicar, siempre según mi criterio y experiencia, las sutiles diferencias, los matices que separan ambos términos y que puedan quizá ayudarnos a entender mejor porqué suceden ciertas cosas cuando "socializamos" o cuando "sociabilizamos" a nuestros compañeros.

Pese a su evidente parecido, estos dos términos esconden orígenes muy distintos. Su principal y fundamental diferencia es que una tiene su raíz en la palabra "social" y la otra la tiene en la palabra "sociable".

¿Qué implica esto? Pues implica diferencias importantes en su significado. Pese a que ambas tienen una relación directa con la creación y el mantenimiento de los vínculos sociales que hace nuestro compañero a lo largo de su vida, los matices dejan al descubierto las diferencias a las que me vengo a referir. Para entenderlo mejor, vayamos al origen de ambas palabras, a su definición.

Según la RAE

Social

1. adj. Perteneciente o relativo a la sociedad.

2. adj. Perteneciente o relativo a una compañía o sociedad, o a los socios o compañeros, aliados o confederados.

Sociable:
1. adj. Naturalmente inclinado al trato y relación con las personas o que gusta de ello.

Bien, ya tenemos algunas pistas. Pese a que a veces la RAE es tan "poética" y enrevesada  que se hace más complicado entender las definiciones que la propia palabra, en esta ocasión puede servirnos.
En primer lugar, la palabra "social" hace referencia a la sociedad y a la compañía, mientras que "sociable" hace referencia al trato del individuo y a la relación entre individuos.

Teniendo esto en cuenta, deberíamos pensar en el individuo que vive en sociedad (humanos y perros) como alguien con dos facetas: la faceta social, es decir, aquella que implica y repercute en el global de una sociedad y la faceta "sociable", que es aquella que corresponde al trato más cercano de ese individuo.

Los animales sociales hemos de desarrollar ambas facetas. Como animales sociales que somos, humanos y perros tenemos la posibilidad y casi la obligación de comprometernos con nosotros mismos para hacer crecer esos aspectos de nuestras vidas. 
Salvando todas las distancias que nos separan, una vez más encontraremos paralelismos importantes si miramos desde este punto de vista nuestras vidas (humanos y perros).
Curiosamente, en el caso de los humanos, somos tan exagerados que todo lo llevamos a los extremos. En el caso que nos compete, podemos ver personas extremadamente sociales (celebridades, famosos, deportistas...) con un grado de sociabilidad nulo o muy escaso (poca educación, pocos recursos comunicativos, miedos, fobias...). Seguramente también exista lo contrario, pero parece que la tendencia de la sociedad en la que nos ha tocado vivir apunta hacia las élites sociales dejando cada vez más de lado los valores y principios de la "sociabilidad" (educación, respeto...). Para muchos humanos, el reconocimiento social se ha convertido casi en la razón de ser. Es sinónimo de éxito. Y yo no seré quien diga lo contrario. Pero en no pocas ocasiones ese reconocimiento social implica, como he dicho, haber renunciado a gran parte de los principios de la "sociabilidad" y eso nos acaba convirtiendo en personajes excéntricos, huraños y antipáticos.

En los perros, por suerte, no es tan exagerado. Los perros no aspiran a ser reconocidos por millones de miembros de su especie. De hecho, creo que ni siquiera lo entenderían. No. Su vida es bastante más sencilla (y quizá gracias a eso sean más felices) y sus dos facetas, la social y la sociable, están bastante más equilibradas que las de cualquier humano.
Pese a ello, el mal entendimiento que muchos perros tienen con los humanos provoca situaciones incómodas, engorrosas y tensas.
Guiados por las mejores intenciones, los humanos a veces nos empecinamos en socializar a un perro que lo que necesita y pide es sociabilizarse, y a la inversa.
Y eso a veces implica disgustos, riñas y enfados que serían perfectamente evitables.

Quizá muchas personas de las que leen esto habrán leído también (o escuchado) sobre las primeras semanas, el famoso período crítico de socialización... y similares.
Como sucede en los humanos, es muy probable que en los perros también haya una etapa muy temprana de sus vidas en la cual se establecen los lazos y las asociaciones más importantes. Pero ello no implica que una vez terminada o cerrada esta etapa, ya no pueda hacerse nada al respecto.
Su naturaleza social, su curiosidad innata se mantendrá viva si somos capaces de no ahogarla, castigarla ni cohartarla. Esa naturaleza social y esa curiosidad por lo que le rodea irá variando en función de su edad, su madurez y de la gestión emocional que el propio perro tenga sobre sí mismo.

Según lo veo yo, durante los primeros meses o años, los perros descubren y desarrollan sobretodo su faceta más social. Esto no quiere decir que adquieran compromisos con la sociedad como sucede en los humanos. En su caso, explorar su faceta social se traduce en querer conocer, jugar, correr y experimentar aventuras con otros individuos. El trato entre ellos, la pureza de la relación en sí no es tan importante como las actividades que se realizan.
Desarrollar la faceta social contribuye enormemente a ir construyendo la faceta sociable del individuo, ya que para no entrar en conflicto con el grupo cada vez hay que ir desarrollando más códigos y herramientas.
Y poco a poco, el joven perro extremadamente social que quería jugar y correr con todos, que intervenía constantemente en situaciones controvertidas se va convirtiendo en un adulto más tranquilo y "selectivo".
Sus juergas y aventuras de juventud le habrán aportado grandes experiencias y habrá desarrollado muy bien sus dos facetas, la social y la sociable, y podremos disfrutar de la compañía de un gran amigo en su plenitud.

Para llegar hasta ahí hay que dejarse llevar y de ser necesario, buscar la ayuda de alguien que pueda guiarnos y orientarnos. Un buen educador o educadora sabrá cómo echaros un cable si la situación es grave, compleja o si sencillamente os ha superado.

Espero que esta entrada sirva para que alguien, alguna vez en su vida, reflexione antes de decir que está "socializando" o "sociabilizando" a su perro y que cuando lo diga, lo haga con criterio :)

salud!


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