jueves, 3 de agosto de 2017

Las etapas de desarrollo (I)

- ¡mama, mama! Mira ese! tan grande y le tienen que llevar en un carrito! - Le dijo un niño de 3 o 4 años a su madre, mientras señalaba con energía a una persona que pasaba cerca y que iba en silla de ruedas.
- ¡mira cuánto café habrá tomado este señor! - Dijo el niño al cruzarse con una persona negra mientras paseaba con sus padres.

Y así podría poner varios ejemplos más. La verdad es que de crio metía mucho la pata y a menudo dejaba en evidencia a mis padres delante de otras personas. Recuerdo muchas situaciones similares y en parte es gracias a ellos que de vez en cuando me las siguen recordando.

Pero gracias a equivocarme en la etapa apropiada y a recibir buenas referencias de las cuales aprender crecí como individuo y como persona social. Y a día de hoy ya no meto (tanto) la pata. Aprendí a comportarme en diferentes situaciones sociales de manera honesta pero sin decir lo primero que se me pasa por la cabeza. Y así a lo largo de toda la vida. Nunca es tarde para equivocarse y aprender de los errores. El problema viene cuando el error no va sincronizado con la etapa correspondiente. Porque eso a menudo conlleva consecuencias sociales y emocionales.

De ahí que conocer las etapas de desarrollo de los perros sea algo tan vital y necesario para nosotros, las personas que convivimos con ellos.
Sólo así seremos capaces de gestionar situaciones que se nos presentan a diario y acompañar en el crecimiento de nuestro compañero o compañera de cuatro patas.

De la misma forma que pasa con las personas (y en muchas otras especies de mamíferos), el desarrollo de un individuo se divide en distintas etapas, que tienen cada una el objetivo final de hacer crecer emocional, social y físicamente al animal. Durante los dos primeros años de su vida, el perro pasa por una serie de etapas, al principio de su vida más cortas y más largas conforme va creciendo. Obviamente esto no quiere decir que una vez el perro cumple los dos años se hace adulto y ya no aprende nada más. En absoluto. Casi al contrario. Esos dos primeros años son como el "entrenamiento" para lo que le queda de vida de adulto, que son muchos más años.

Si hemos sabido acompañar bien ese crecimiento a lo largo de todas sus etapas, disfrutaremos de una convivencia sana y agradable para el resto de su vida. Si por lo que sea, alguna o varias de estas etapas no se han podido desarrollar correctamente, probablemente nos encontraremos con situaciones incómodas y desagradables durante mucho tiempo y con las que no siempre es fácil convivir.

La importancia del juego en el crecimiento.

Para los perros es vital jugar con otros perros durante su desarrollo y crecimiento. Es necesario por varios aspectos: emocional, social y físico.

"Grupos de investigadores han elaborado formas de impedir el juego a las crías de ratas, durante una fase crucial de su crecimiento, sin privarles, eso sí, de otras experiencias sociales. Las crías crecieron con deficiencias a nivel emocional.[3, 4] Cuando se las expuso a un nuevo ambiente, interactuaron con miedo y fracasaron al intentar adaptarse y explorar, al contrario de como lo haría una rata normal."
fuente: zolani.es

Esta comprobado que para muchos animales, sobretodo mamíferos, es necesario jugar para socializarnos, para aprender de los demás y para compartir. Para saber comunicarte, para empatizar y comprender a los demás... para formar parte de un grupo, para saber desepeñar un rol o una función dentro de un grupo social. Son muchos los beneficios que tiene jugar a todo tipo de cosas durante nuestra infancia y parece mentira que no sepamos interpretar que los perros necesitan exactamente lo mismo que nosotros y que tantos y tantos mamíferos del mundo.

Correas cortas, collares de ahogo o arneses tipo halty, bozales...Todo tipo de artilugios y chismes que limitan a los perros jóvenes y enérgicos que tiran muchísimo de la correa. Y cada vez más restricciones para tener más control sobre sus movimientos, impidiendo a menudo que lleguen siquiera a acercar su hocico al suelo o a otro perro en todo el paseo.

Es jodido ver esa cara de cachorrón que nos mira y nos ladra mientras su propietario le grita y le arrastra alejándole de nosotros. Demasiadas veces he vivido situaciones de este estilo y me sabe fatal.

Es cierto que los perros jóvenes a veces pueden parecer temerarios, o puede darnos la sensación de que han perdido el control sobre sí mismos. Y a menudo sensaciones de ese estilo son las que nos llevan a intervenir y a entorpecer de mala manera su aprendizaje y su crecimiento.

Si no somos capaces de acompañar a un cachorro durante sus primeras etapas, es mejor que pidamos asesoramiento profesional. Porque no es un "vale todo" en cuestión de jugar. De la misma forma que pasa con los críos, nuestra tarea es la de saber qué tipo de entornos son los más apropiados para que nuestro perro o perra se pueda desarrollar adecuadamente sin necesidad de intervenir nosotros. Lugares, perros, personas... Yo suelo decir una frase que dice así: Nosotros podemos decidir el "dónde" y hasta cierto punto el "con quién"; El "cómo" y el "por qué" son cosa suya
Si lo hacemos bien nos ahorraremos esos destrozos en el mobiliario doméstico, esas persecuciones con la zapatilla, esos tirones de correa... etc y obtendremos a cambio una convivencia divertida y enriquecedora, asegurándonos a su vez la compañía de un gran perro o perra adulta para el resto de nuestra vida juntos.

Para acabar, os dejo otro fragmento pequeñito del artículo "Juegos peligrosos: por qué a los niños les encantan y además los necesitan" del enlace que os he puesto antes y con ello os invito a su lectura y a la consecuente reflexión. Sé perfectamente que niños y perros no son la misma cosa. Lo sé. Pero a nivel educativo y sobretodo de crecimiento y desarrollo, no creáis que hay tanta diferencia.

"Tales resultados han contribuido a la «teoría del control de la emoción en el juego» (emotion regulation theory of play, en inglés), una teoría en la que una de las funciones más importantes del juego es enseñar a las crías de mamíferos cómo regular el miedo y la ira [4]. En los juegos peligrosos, los pequeños se dosifican pequeñas cantidades de miedo y practican cómo no perder la cabeza y cómo comportarse según las circunstancias mientras experimentan esa sensación de temor. Así aprenden que pueden controlar el miedo, sobreponerse y salir airosos."

Salud y hasta pronto!

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