lunes, 9 de enero de 2012

Shena, la princesa perruna

Durante estos dias, quien más quien menos hemos tenido algo de tiempo libre. A mi me hace gracia eso de tiempo "libre", ya que no conozco ninguna unidad que mida el tiempo "preso", pero bueno, esta reflexión la dejaré para otro día.
Como buen animal social que soy, me gusta dedicar mi tiempo libre (por lo menos parte de él) a estar con mis amigos. Lo que voy a contar me pasó en casa de unos buenos amigos, pero las protagonistas andan a cuatro patas. David y Roser conviven con dos perras. Una boxer de unos 9 años (Shena) y una border collie jovencita, que no llega a los dos años (Ganjah).
Fue al día siguiente de Reyes. David y Roser me invitaron a pasar la tarde en su casa. Pero no me invitaron a mi solo, invitaron también a Luna.
Entré solo, dejando a Luna en el coche. Las tres perras se conocen pero creí más oportuno entrar yo solo y luego, al rato, entrar con ella. Entré en su casa y me recibieron, como siempre, las dos perritas. Un ambiente de paz y tranquilidad reinaba en casa, y ese ambiente se les contagió a las perras. Lo normal es que se pongan super contentas y efusivas para saludarme. A Shena a veces se le escapa algun ladrido de juego. Pero ese día me recibieron mucho más tranquilas de lo habitual.
Pasado un rato, decidimos entrar a Luna. Pero nos asalta una duda: ¿dejamos que entre Luna con las dos perras? Luna es una perra muy sensible. Además Ganjah y Shena estaban muy tranquilas y no queriamos romper esa paz. Sé que los perros grandes intimidan a Luna, y Shena es bastante más grande que ella. He de apuntar que los boxer parecen tener cierta tendencia a usar las patas delanteras, cosa que a Luna no le hace demasiada gracia. Por su parte, Ganjah es más pequeña que Shena, pero mucho más movida debido a su edad. También sé que los movimientos rápidos preocupan a Luna, y más si es en un sitio cerrado y "extraño". Pero viendo lo tranquilas que estaban, decidimos que entrase Luna estando Shena y Ganjah presentes.

El trayecto del coche hasta la puerta de la casa fue muy largo. No porque hubiera mucha distancia (había apenas unos 5 metros hasta la entrada) sino porque Luna quiso olerlo TODO. Y yo, obviamente, no sólo la dejé oler todo lo que ella quería, sino que la acompañaba y la invitaba a oler cosas. Probablemente ese rato le sirvió para saber dónde estabamos y qué nos podiamos encontrar dentro (aunque yo ya lo supiera :P).

Al entrar, igual que cuando entré yo solo, Shena y Ganjah nos vienieron a recibir. Pero mi sorpresa fue mayúsucla al ver que, apenas pasados unos segundos, Luna movía su rabito frenéticamente. Estábamos aún en el marco de la puerta, no habíamos entrado. Shena también meneaba su rabito y sus patas traseras dándole la bienvenida a Luna, y Ganjah se puso muy contenta y empiezó a invitar a Luna a jugar.

Debe ser cierto eso de que los perros se parecen a los humanos que conviven con ellos, porque a Luna no le gustan las presentaciones ni las despedidas, como me pasa a mí... La verdad es que pasados unos minutos, Luna parecía estar incómoda. Shena intentaba por todos los medios tranquilizarla. Le hacía ver que pese a su tamaño, no era una amenaza. Ganjah se ponia nerviosa porque veia mucha tensión en Luna, que se mantenía sentada cerca mio con la boca cerrada.

Seguían pasando los minutos y Shena seguía en su empeño. Ganjah cuando vio que Luna no estaba de humor para jugar, decidió retirarse a un lado y echarse junto a Roser. Shena estaba pagando la factura de un esfuerzo titánico: contener esa euforia, esa felicidad, esas ganas de jugar con Luna. Shena se moria de ganas por jugar con Luna, pero sabía que cualquier movimiento o gesto podía ser malinterpretado, y medía muy mucho lo que hacía. Luna estaba preocupada, y la prioridad de Shena fue tranquilizarla en todo momento. Hay que destacar que durante todo el proceso, Ganjah también colaboró. A principio invitando a Luna a jugar. Luego se puso un poco nerviosa porque Luna no respondía a sus invitaciones y se apartó. Se tranquilizó y luego se dedicó a "romper el aire". Cuando hablo de "romper el aire" quiero decir que se paseaba entre Luna y Shena constantemente. Era como si midiese el nivel de tensión en las miradas y actuara justo en el momento adecuado para cortar ese hilo imaginario.

Cuando Shena al fin empezaba a conseguir que Luna se sintiese cómoda, Roser dijo algo así como: "ahora sólo falta que se tranquilice Shena". Fue un comentario entre nosotros, entre los tres humanos. Pero Shena lo captó enseguida, y sin decir ni hacer nada, se apartó de nosotros, se puso a oler algo que seguramente ya haya olido más de 100 veces y al cabo de unos minutos acabó estirandose en el suelo.

Hace años, cuando era más pequeño, recuerdo que tenía la convicción de que los perros nos entendían. Obviamente no era más que un pensamiento y una fantasía infantil. Ahora, pasados muchos años, empiezo a estar convencido de ello... nos entienden más que nosotros mismos.

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