martes, 17 de enero de 2017

Viviencias y experiencias de un paseante

Hace un par de días, el domingo por la tarde, nos disponíamos a emprender un tranquilo y relajado paseo por la montaña. Escogí una montaña cercana que me encanta. Los más mayores la llaman "montaña negra" aunque la mayoría, por no decir todos, han olvidado el porqué de ese nombre. No es la más alta, ni quizá la más bonita ni tampoco la que goza de las mejores vistas en su cumbre, pero esconde en ella un encanto muy especial que la han hecho ser parte fundamental en la Historia de la zona.

Elegí ese lugar porque quería poner a prueba a Rudy. Días atrás, por algun motivo que desconozco, Rudy no quería apoyar una de sus patas traseras. No parecía excesivamente preocupado y tras inspeccionar, palpar y masajear un poco la zona, decidí no darle mucha más importancia de la que le daba él. Con el paso de los días, de las horas, la mejoría era exponencial hasta el punto de estar aparentemente bien tres días después de su cojera. Sobra decir que durante esos dos o tres días las exigencias a Rudy en los paseos y en casa se redujeron al máximo. Procuré no apurarle ni meterle prisa en nada, esperarle más de lo habitual y los paseos fueron básicamente por la playa, donde parecía que apoyaba la pata con más naturalidad y confianza.
Dicho todo esto, vuelvo a lo que decía. Escogí esa montaña porque en sus caminos se esconde una buena rampa, relativamente corta pero dura y muy muy cuesta arriba. 
Rudy y Luna, en condiciones normales, suben y bajan esa rampa tranquilamente y siempre llegan arriba antes que yo. Luna hasta se permite el lujo de subir y bajar de vez en cuando para ver qué tal me va a mí.
Para mí es como una especie de indicador de cómo estamos de forma. Procuro visitar esa zona a menudo porque además de esta rampa hay caminos y zonas muy chulas en las que nos encanta pararnos.

Salimos los tres del coche, cada uno con sus ideas y sus cosas en la cabeza. Pero poco nos duraría esa tranquilidad. Luna, como es habitual en ella, iba unos metros por delante mío y fue la primera en ver el panorama. Se colocó en posición de "hay alguien o algo delante y viene hacia nosotros". Un segundo después, junto a ella, Rudy hizo exactamente lo mismo, pero él decidió avanzar un poco más, con la mirada fija en "aquello".

Cuando me acerqué vi la situación. Una perra color canela se acercaba a Rudy correteando y con actitud amistosa, pero más atrás había un humano intentando coger en brazos a otra perra. Ambas perras eran mucho más grandes que Rudy y que Luna. Serían del tamaño de un pastor alemán, aproximadamente. Cosa que hacía casi surrealista la situación se nos presentó con un señor, tirando a bajito, intentando sujetar en brazos a una perra que se mostraba visiblemente incómoda por las circunstancias.
El primero en llegar a su altura fue Rudy que rápidamente centró su interés en oler a la perrita que estaba en brazos del señor. Los intentos de Rudy fueron inútiles porque el hombre apartaba a la perra de Rudy cada vez que éste levantaba su hocico. Luna pasó por al lado del señor sin más. Y cuando pasé yo el hombre me dijo, como justificando su actuación "es que de pequeña la mordieron y tiene muy mal genio!". Yo saludé y seguí el ejemplo de Luna. No quise alargar más una situación tan incómoda para todos.

No tuve tiempo para pensar en lo que acababa de pasar porque apenas tres metros más allá, nos esperaba "adiestrator": un señor que vestía con una cazadora verde militar, con un walkie en la mano y con tres obedientes servidores de sus mandatos tumbados en forma de efigie junto a él. Mientras comentaba algo con el señor de la pèrra en brazos, yo me vi en medio de un fuego cruzado que no me gustaba un pelo. Intenté pasar de largo pero Rudy y Luna querían conocer a los tres perros que se mantenían en una posición de "tumbado" claramente en contra de sus deseos. Eran tres perros grandes. Dos malinois (pastor belga) y un basset (rastreatoooorrr...!). Iban equipados con arneses k-9, cosa que habitualmente no suele ser un buen indicativo bajo mi punto de vista (suelen ser sinónimo de adiestramiento, de perros de trabajo... etc).
Alguno de ellos, creo que el basset, hizo un leve movimiento para acercar su hocico al de Rudy pero enseguida fue atajado por una orden contundente del humano, un grito seco, y rápidamente volvía a su posición de "¡firmes!".
Visto lo visto, avancé unos metros con Luna y llamé a Rudy para que nos acompañara y entonces "adiestrator" me preguntó algo así como "¿vais a estar por la zona?". Tras confirmarle la evidencia, me comentó que si escuchaba ladridos no me preocupase porque estaban entrenando con los perros. Eran perros "de rescate", de ahí toda la parafernalia.
Como muchos sabréis, el mundo del olfato perruno es algo que me encanta y hace ya unos años Luna y yo hicimos nuestros pinitos en el mundo de la detección realizando cursos, exhibiciones y formando parte de un equipo de trabajo de seguridad preventiva.
Pero lo que he conocido en todos estos años en el mundo de los llamados "perros de servicio" o "perros de trabajo" no me ha gustado nada. Los métodos, la falta de respeto hacia el animal (que dicho sea de paso es la parte que sabe de estos temas) y en general la sensación de que los perros no son más que meras herramientas que además en muchas ocasiones están en manos muy inexpertas e incapaces me han alejado de la parte profesional del olfato canino, cosa de la que no me arrepiento.
Por todo eso y por mucho más decidí no entablar conversación alguna con ese señor a quien yo bauticé mentalmente como "adiestrator" y proseguimos nuestro camino.

El resto del paseo, una hora aproximadamente, fue perfectamente normal. Sin frikis, sin situaciones surrealistas. A estas alturas no será creíble lo que voy a decir, pero es real. A mí me encanta encontrarme a gente que pasea sola o con sus perros por la montaña. ¡En serio! Me encanta charlar un poco, dejar que los perros se saluden y tal. Pero siempre que la situación sea agradable para tod@s, incluyendo por supuesto a los perros. 

Ya estaba cayendo el Sol cuando terminábamos el paseo. Apenas quedaban una curva y unos metros para llegar al coche y esta vez fui yo el primero en reaccionar a la situación. ¿Por qué? muy sencillo, "algo" o alguien se acercaba por detrás. Como he dicho antes, Luna y Rudy suelen ir unos metros por delante de mi a modo de exploradores, y más aún cuando nos acercamos al coche. Cuando me giré, vi a alguien familiar. Iba con las manos en los bolsillos y vestía una chaqueta de color verde. Volví a girarme para fijarme en su cara y tratar de recordar e identificarle. Y lo conseguí.

Era una persona a la que yo conocía, pero él a mí no me reconocería. No podía culparle ya que han pasado muchos años desde la última vez que nos vimos y aún así, dudo de que él en su día me conociera. Hace entre 15 ó 16 años él era director del instituto al que yo iba. Nunca me dio clase directamente porque él era profesor de ciencias y yo siempre opté por las letras. Pero recuerdo las salidas que organizaba a la montaña con los alumnos y en alguna ocasión me apunté y fui con ellos a "buscar piedras" por las montañas de Calafell.

En unos segundos recordé muchas cosas y tuve muchas ganas de entablar conversación con él pero la situación no era fácil. ¿Sabéis lo incómodo que es que alguien te conozca pero tu no a él? no tenía mucho tiempo porque estábamos llegando al final de la ruta y tenía que tomar una decisión... entonces se me ocurrió la forma: la chaqueta verde! Le pregunté (casi para aliviarme) si él era parte del grupo de personas que estaban trabajando con perros y tras decirme que no, llevé la breve conversación lo más hábilmente que pude (intentando no parecer un psicópata con manía persecutoria) hasta el punto de agradecerle esas salidas que hacíamos, porque sinceramente creo que fueron parte importante de lo que soy.

En pocos minutos y tras una corta pero agradable conversación llegamos al coche y nos despedimos. Él se marchó caminando. Yo esperaba que Luna y Rudy montasen en el coche y pensaba lo afortunado que fui esa tarde al poder elegir entre tres situaciones tan pintorescas y haber escogido la que para mí fue sin duda la más enriquecedora.
¿No os ha pasado nunca de acordaros de alguno de esos profes que tuvisteis y que os marcaron por alguna cosa, por algo que le hacía distinto? A mi me pasa a menudo y desde hace mucho tiempo. Quizá porque tuve la suerte de tener buenos profesores. Alguno de ellos los recuerdo con más frecuencia que otros, supongo que los que más me aportaron son los que más recordaré. Pero es curioso como a veces esas figuras no son plenamente conscientes de la huella que deja un educador en su alumno. Y no hablo sólo a nivel de conocimientos puramente escolares o académicos, no. Hablo de formas de entender la vida, formas de afrontar conflictos o situaciones.

Al fin y al cabo, eso es lo que nos trae a este blog: la educación. Pero también de algun modo la filosofía que hay tras esa educación.
Hoy me perdonaréis que no haya hablado de educación canina pero tenía muchas ganas de contaros todo esto. En breve traeré al blog temas relacionados directamente con la educación canina (muy probablemente sobre comunicación), colgaré info de los cursos, los grupos de trabajo y demás.

Entretanto, salud y hasta pronto!!!

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