martes, 3 de enero de 2017

Mis queridos cuervos blancos

Cuentan que en alguna tribu indígena tenían un proverbio que decía algo así:
Basta con un cuervo blanco para demostrar que no todos los cuervos son negros.

Esta frase resume perfectamente lo que hoy me ha sucedido mientras paseaba con Luna y Rudy. No es la primera, y seguramente tampoco será la última vez que nos ocurra.

El caso es que íbamos los tres caminando tranquilamente por la montaña cuando nos hemos encontrado una reunión humano-perruna en mitad del camino. Tres hombres charlaban mientras sus compañeros de cuatro patas hacían lo que creían oportuno. Los perros, como de costumbre, se han percatado de nuestra presencia mucho antes que los humanos. Mientras las personas seguían charlando, los perros han venido a saludarnos y en pocos segundos ya nos habíamos presentado.

Cuando he llegado a la altura de los conversantes nos hemos saludado y uno de ellos, el más mayor, ha mirado a Luna y nos ha explicado al resto su versión de "la terrible leyenda de los cockers dorados". La llamo así porque la he escuchado tantas veces, relatada de tantas formas que la considero casi como un cantar popular. Se cambian los nombres, los lugares donde ocurren los hechos y algunos detalles pero al final es siempre la misma historia: cocker dorado malo; cocker dorado loco; cocker dorado caca!
Pero lo mejor de todo es que contar esa historia (sea cual sea su versión) con Luna delante resulta algo así como contradictorio. Igual que ha sucedido hoy, suelo dejar que cada cual narre su historia y una vez concluye el relato, aporta sus datos y referencias y responde a las preguntas de los presentes, intervengo para hacer las mías.
El narrador de hoy tenía referencias muy próximas, más de lo que nos esperábamos. Su experiencia personal con este tipo de perros se reducía a una cocker llamada Dona, que pasea habitualmente por allí y que se ha ganado la fama de gruñona entre los paseantes de la zona. "'- Le planta cara hasta a los machos!" me decía, mientras los otros dos presentes no daban mucho crédito a su historia, quizá un poco debilitada por Luna que se revolcaba en la hierba pocos metros más allá.

"- Pues será la única que no está loca..." ha terminado por decir antes de que continuásemos nuestro camino. 
"- Será eso... la famosa excepción que confirma la regla ¿verdad?" Le he contestado irónicamente mientras nos marchábamos.

Y creo que ese es el problema. La excepción no confirma la regla, sino que la rompe. Y eso a veces cuesta de entender, sobretodo cuando no se está dispuesto a ver la evidencia. Porque a menudo no conformarse con la regla conlleva muchas preguntas, conlleva salir de una zona de confort curtida en ocasiones por muchos años de falsas creencias y costumbres. Solo el hecho de aceptar que la excepción no confirma la regla comporta un trabajo personal que no siempre es fácil, pero sólo así podremos avanzar como sociedad y como individuos.

Para acabar, os diré que un rato más tarde, en el mismo paseo, nos hemos encontrado a un señor que venía en sentido contrario a nosotros. Iba acompañado por una perra marrón, de pelo corto. No he podido evitar sonreír mientras pensaba en Dona, la temible "cocker alfa" de la zona. Era difícil identificar la raza desde la distancia pero conforme nos íbamos acercando, iba tomando forma: orejas grandes y caídas, rabo cortado, nariz pegada al suelo... ¡era un cocker! ¿acaso nos habíamos topado con el monstruo espanta-machos?
Tras saludar a Luna y a Rudy, el hombre me ha preguntado por el sexo "- Son dos hembras¿verdad?" Y acto seguido me ha dicho que con las hembras se llevaba mejor que con los machos. Cuando le he dicho que Rudy era macho se ha extrañado un poco. 
"- pues qué raro..." me ha dicho. "- a todos los perros les gruñe, les enseña los dientes, les ladra... ¡tiene muy mal genio! ¡se ha peleado hasta con perros mas grandes que ella!"
La perra era bastante más grande que Rudy y un poco más alta y robusta que Luna, pero no era una perra muy grande. Calculo que pesaría unos 14-18 kgs.
"- Pues nosotros no hemos oído nada ni le hemos visto los colmillos." He apuntado yo, porque consideraba justo agradecer la deferencia de la perra al perdonarnos la vida. De hecho, tanto la presentación como el saludo entre ellos (los perros) habían sido perfectamente normales y tranquilos. Le he preguntado el nombre convencido de que estábamos delante de la temida Dona, y así era. Tras una breve conversación, cada uno hemos seguido nuestro camino.


Hoy  Luna y Rudy han sido los "cuervos blancos" para esas personas, pero he conocido muchos "cuervos blancos" de cuatro patas, hocico y rabo durante estos años y a ellos y a sus compañeros humanos les quiero agradecer desde el corazón su tarea. Porque no siempre es fácil llevarla a cabo. Pero siempre da resultado, así que no dejemos de presentar y hasta de presumir de nuestros cuervecillos, sea cual sea su forma, para que así la gente se haga preguntas y cuestione esas viejas costumbres tan injustas e inútiles.

Salud y feliz año!!!!

4 comentarios:

  1. La excepciones siempre rompen la regla , y para eso estamos aquí , para romper las reglas que estaban establecidas en el mundo perro. Gracias por compartir tu experiencia y reflexión, un placer una vez más ;-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Eskerrik asko!! Efectivamente hay q empezar a entendr q las "excepciones" son las q nos hacen avanzar en cualquier campo. En realidad, el proverbio indígena sirve para todo, creo q es aplicable a muchos aspectos de la vida y es una gran síntesis del pensamiento abierto. En en mundo de la educación deberíamos olvidarnos de estereotipos y las etiquetas y centrarnos en cosas más prácticas para todos.
      un abrazo!!!

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar