domingo, 3 de abril de 2016

Gestión del entorno en los paseos

Como dije hace unas semanas, creo que hablar del paseo podría dar para mucho y para que no se os haga aburrido, lo he dividido dos grandes grupos: la gestión del entorno y ser un buen compañero. En esta entrada me centraré en la primera parte: la gestión del entorno.

Hace ya unos años que escuché una frase que quedó muy grabada en mi cabeza. A decir verdad, no recuerdo exactamente el lugar ni el momento. Tampoco sé a quién se la escuché, pero la he tenido muy presente desde entonces. La frase decía algo así como: el ser humano es muy hábil resolviendo problemas y el perro es muy hábil evitándolos. Creo firmemente en la validez de la frase, en la razón que tiene. Hay miles de razones que nos lo demuestran. Entonces, el binomio ser humano-perro debería ser, con perdón, la hostia en la Naturaleza! Pensemoslo: dos de los grandes depredadores con habilidades distintas y completamente compatibles se alían para sobrevivir y destronar a su principal rival (para entender esta parte clicar el enlace y leer el artículo). Hasta aquí bien. Pero miles de años después nos encontramos con que nuestros compañeros "no se adaptan" a nuestros hábitos y costumbres, y esto se traduce en ocasiones manifestando problemas de comportamiento.

Dicho todo esto, contextualicemos para no perdernos. Estoy hablando de gestionar el entorno adecuadamente ¿vale? Aunque divague un poco hablando de los neandertales. La cuestión es que una de nuestras virtudes como ser humano es la resolución de problemas. En el binomio que formamos con nuestros compañeros, nuestra tarea debería basarse en esa premisa. Durante los paseos, deberíamos dejar que ellos desempeñaran su tarea, y nosotros deberíamos ocuparnos de la nuestra en casos concretos en los que nuestro compañero o compañera no pueda salir de algún "lío". Por otro lado, la intervención debería ser, como su nombre indica: resolutiva. Es decir, eficaz y eficiente. Sin excesos. No es algo tan complicado como puede parecer. Para encontrar el punto adecuado recomiendo empezar a intervenir con mínimos e ir subiendo la intensidad poco a poco si empezamos demasiado sutilmente. Esto lo explicaré más detenidamente cuando hable de la tarea de ser un buen compañero.

Ahora lo que nos ocupa es la gestión del entorno. Y creo que es casi más importante esta parte porque una adecuada gestión del entorno, facilitará, como ya dije, la tarea de ser un buen compañero de paseo.

Cuando hablo de gestionar el entorno, debemos tener en cuenta que es algo que empieza antes de salir de casa. Una adecuada planificación del lugar o zona que visitaremos es fundamental. Y con ello no me refiero a algo muy técnico, ni muy específico ni riguroso. No. Me refiero a conocer la zona (o no, eso depende de lo que pretendamos). Algo tan simple y sencillo como eso. Doy por hecho que conocemos a nuestro compañero o compañera. Si hacemos una operación sencilla en nuestra cabeza, obtendremos lugares, localizaciones, zonas y rutas en las que nuestro amigo peludo podrá disfrutar. Mi consejo siempre se optar por zonas abiertas, sin tráfico cercano y en las que nuestros amigos puedan ir sin correa.

Como mínimo una vez al día nuestros perros deberían poder ir libres en lugares "seguros". Y al menos una vez por semana deberían poder pasear sin correa por un entorno natural. Ambas variables dependen de nosotros. No hablo de hacer grandes desplazamientos y entiendo que esto que digo, desde el punto de vista de alguien que vive en una zona más urbana, pueda parecer más complicado. Pero insisto, esa es nuestra tarea. Utilicemos el ingenio para resolver esa problemática.

Y digo esto porque sé que en el entorno adecuado, un perro puede resolver casi cualquier situación que se le plantee por sus propios medios. Con una correcta planificación, una terapia puede reducirse a buscar entornos propicios en los que el perro pueda resolver sus conflictos. Es la mejor y quizá la única forma para que un perro resuelva una situación: haciéndolo por sí mismo.

Lamentablemente, es demasiado frecuente ver como los humanos intentamos resolver conflictos caninos que no hemos permitido que evitasen previamente por sus propios medios y que tampoco dejamos que resuelvan a su manera, sino que tratamos de imponer "nuestra forma" de resolver las cosas. Todo esto da como resultado situaciones poco agradables y gratificantes. Desde malentendidos hasta discusiones mayores entre perros y humanos.

Hace unos años tuvimos la oportunidad de impartir nuestros cursos en las instalaciones de una hípica. Allí me llamaron la atención muchas cosas, pero la más curiosa y que viene un poco al caso fue la de cómo paseaban con el caballo desde la cuadra hasta la pista. La mayoría lo hacían con calma, acompañando al animal más que dirigiéndole. Algunos con una mano en la rienda y otra en el lomo acariciando al animal. Y pensé en lo maravilloso que sería que paseásemos igual con nuestros perros. Pero se puede dar el caso en el que esa misma persona que pasea así con el caballo, luego arrastre a su perro o le meta prisa tirando de la correa, o no le permita olfatear algo. Es curioso, triste y casi deprimente, pero creo que la razón fundamental que llevaba a gran parte de esas personas a pasear tan "amablemente" con sus caballos era sencillamente que con un caballo no vale la fuerza, porque gana él. Por suerte no todas las personas arrastran a sus perros, ni les meten prisa y cada vez más personas permiten a sus perros observar y entender mejor el mundo. Cada vez somos más los que, "yendo a mínimos" vamos construyendo una nueva forma de relacionarnos (aunque quizá sea injusto decir "nueva") y de ver la vida de forma conjunta para convivir de forma más sana y agradable.

Otra cosa que deberíamos plantearnos más a menudo es el hecho de actuar más sobre el entorno en lugar de hacerlo sobre el perro. Si hemos hecho bien la elección del entorno, no deberemos actuar mucho, con lo cual tendremos poca faena. Pero de todas formas es interesante que cuando haya que hacerlo, lo hagamos adecuadamente. Para entender mejor esto hemos de imaginar una línea invisible que nos une a nuestro compañero. Esta línea, aunque a veces pueda parecer que no tiene límite, lo tiene. Y nosotros deberemos conocer ese límite (nuestro perro lo conoce de sobra) para poder actuar adecuadamente. Ese línea no es ni más ni menos que la distancia media aproximada a la que nuestro compañero se suele mover de nosotros cuando va sin correa. Es algo que no se calcula, sino que se sabe por intuición y experiencia.
Conociendo esa distancia, nosotros podremos manejar el paseo y desviarnos, detenernos o acelerar el paso en los momentos que creamos oportunos sin necesidad de intervenir directamente en la situación. Tomar las precauciones que nuestros compañeros a veces no toman por desconocimiento (cuando nos acercamos al final de la acera o a una carretera).
A esto hay quien lo puede considerar proactividad. Es decir, ser previsor de alguna forma. Pero yo creo que va más allá de lo que puede ser la proactividad en sí. Se trata, una vez más, de basarnos en la observación y el conocimiento tanto de nuestro compañero/a como de nuestro entorno.

Como decía al principio cuando hablaba de los neandertales, es curioso que un gran binomio de la naturaleza dé como resultado en el siglo XXI convivencias incompatibles por motivos varios, principalmente por la disparidad de criterios que ambas especies mantienen sobre conceptos tan básicos y fundamentales como el aprendizaje y la educación social de su especie.

Salud!

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