lunes, 9 de mayo de 2016

medidas innecesarias

Hace unos días comenté una noticia que hablaba sobre una iniciativa que se pretendía llevar a cabo en Calafell (municipio en el que he nacido y crecido). Apenas un par de días después me llegó otra noticia similar. Esta vez la iniciativa ya se ha llevado a cabo en algún municipio cercano invirtiendo tiempo, dinero y recursos públicos.
Esta iniciativa tiene como objetivo focalizar las meadas de nuestros compañeros y compañeras perrunas en un punto determinado para así evitar que estropeen el mobiliario urbano.
El objeto en cuestión es el E-Can. Es algo similar a un parquímetro. El artefacto tiene una misión: premiar a los perros que hagan pipí en el lugar apropiado (cerca del objeto, en la malla que hay en el suelo). Una vez el chisme detecta la meada, suelta una golosina por una ranura o una bandeja (por la noticia y las imágenes que he podido ver no me queda claro).

CREANDO NUEVAS NECESIDADES.

Quiero pensar que este tipo de iniciativas pecan de torpeza más que de mala fe. Pero sea como sea, creo que van por muy mal camino. 
Y van por mal camino por una razón: no están dirigidas ni enfocadas en los perros y en sus necesidades. Se trata más bien de iniciativas dirigidas a las personas, a crear nuevas necesidades, nuevos hábitos para sustituir otros.
Vivimos en una sociedad cambiante, acelerada y, obviamente, de consumo. Pero eso es culpa nuestra, lo hemos generado nosotros.
Los perros funcionan de otra forma. No cambian sus hábitos tan fácilmente como lo hacemos nosotros y, por supuesto, no necesitan cubrir necesidades banales y absurdas cuando no tienen las básicas cubiertas.
Tanto el E-Can como el pipi-can agility surgen, creo yo, de la problemática y los conflictos vecinales que implican en ocasiones la convivencia entre perros y personas.

Bajo mi punto de vista, la figura de "pipi-can" ya debería hacernos saltar algunas alarmas a nivel social. Es decir, necesitamos crear "espacios verdes" en nuestras ciudades porque se están convirtiendo en campos de cemento y hormigón y claro, los animales que viven en ella necesitan verde para no volverse locos del todo...
Así es como lo veo, y no me malinterpretéis, pese a lo que pueda parecer, no estoy en contra de los pipicans. Si lo planteamos como pequeños espacios-burbuja de Naturaleza dentro de las ciudades puede ser muy interesante. Pero dicho sea de paso, creo que el concepto actual es ampliamente mejorable.

ERROR DE PLANTEAMIENTO.

Tanto el E-Can como el pipican agilitista se basan en premisas equivocadas. La cultura del agotamiento no funciona con los perros (ni tampoco con nosotros aunque decathlon se empeñe en lo contrario). Y las meadas sociales de los perros quizá no estropearían tanto mobiliario urbano si la ciudad estuviera mejor "urbanizada" y dotada de espacios adecuados a sus necesidades reales. 

El E-Can, en principio, tiene unas bases interesantes: ecología en su funcionamiento, desarrollo sostenible, premiar en lugar de castigar... pero me temo que yerra en el enfoque. Creo que deberían darle alguna vuelta más (o quizá menos) y tratar de aplicar la tecnología tan fabulosa de esta máquina en algo exclusivamente para las personas. No creo que los perros estén preparados para orinar en parquímetros que expenden golosinas. 
Y de cualquier forma, creo que no deberíamos llegar a estos extremos en cuanto a los animales. Es mucho más sencillo. Ese aparato, nos guste más o nos guste menos, no deja de hacer artificialmente la tarea que de forma natural haría un árbol (que además nos daría sombra para el calor y cobijo para los chaparrones).
De nuevo vuelvo a lo de antes:  la colocación de este tipo de artilugios me hace pensar que hay mucho cemento sin árboles ni arbustos cerca y, por lo tanto, los perros van meándose en los contenedores, farolas, esquinas...
Por otra parte, tampoco creo que focalizar las meadas caninas en artilugios de este tipo solucione nada, ya que las meadas sociales las seguirán haciendo donde y cuando quieran (siempre que se les permita, claro...).
Osea que hemos creado una maravilla de la tecnología y de la ecología para, a su vez, crear una necesidad nueva en nuestros perros: ir a orinar al surtidor de chuches aunque por el camino haya pasado por doscientos sitios que mi perro quería oler y marcar.

Si no entendemos que los perros son animales sociales, con un extraordinario sentido del olfato y que gran parte de su vida social la realizan oliendo y marcando, vamos por muy mal camino porque no estaremos solucionando el problema que enfocamos y además estaremos creando problemas adicionales: 

perros con pobre o escasa vida social + zonas cerradas para pasearlos = conflictos vecinales y de convicencia.

Y esto es lo que me lleva a hablar de la otra medida: los pipicans. Vuelvo a repetir que no estoy en contra de la figura que representa, pues entiendo que las grandes ciudades se han ido formando de manera incontrolada e inconsciente (más si cabe que el resto de lugares). Pero la forma que tienen creo que es muy mejorable ya que se adaptan poco (por norma general) a las necesidades reales de nuestros perros. 
El caso que comentaba hace unos días del pipican agility es como otra vuelta de tuerca en la dirección equivocada. No solo creamos un espacio cerrado y vallado sino que además lo equipamos con una serie de objetos para que nuestros perros hagan ejercicio. Desconozco la realidad del día a día de las grandes ciudades pero sé que en la zona en la que vivo yo eso es completamente innecesario. Tenemos un entorno fantástico para poder disfrutarlo.

CONCLUSIÓN.

Todo este tipo de cosas me hacen llegar siempre a la misma conclusión: nunca se les pregunta a las personas apropiadas. Parece muy absurdo pero es que es así. Se toman medidas por parte de las administraciones sin contar con la opinión de los colectivos afectados.
Me intento imaginar la cara de sorpresa de algunas personas que acompañadas por sus compañeros perrunos (o sin ellos) ven por primera vez un E-Can y pienso en la necesidad real de ese aparato, y en cómo la administración dedica recursos públicos para crearnos necesidades en lugar de para cubrir las básicas. 
De la misma forma el gimnasio perruno implica la instauración de la cultura del agotamiento también para nuestros perros.
Ambos casos, creo, se solucionarían si basásemos nuestra sociedad en no estropear las cosas para luego tener que repararlas una y otra vez recurriendo a los inventos del Profesor Bacterio.

Salud!

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